26 ene. 2025

Falta sinceramiento en la gestión para enfrentar al dengue

Hay valiosas vidas humanas que empiezan a perderse por la aparición del dengue hemorrágico y las autoridades sanitarias siguen teniendo una actitud triunfalista –rayana en la irresponsabilidad– que no condice con la gravedad y el peligro que conlleva la propagación de este mal.

También existen indicios de una falta de sinceramiento –por no decir ocultamiento– sobre la real situación sanitaria derivada de la propagación del virus transmitido por el mosquito Aedes aegypti.
No basta con afirmar a los cuatro vientos que en los hospitales públicos existen camas suficientes para albergar a pacientes para frenar el avance del dengue o calmar a la población. Hay deficiencias en la utilización de los recursos financieros y en la comunicación. Con un simple recorrido por los centros sanitarios estatales uno puede percatarse de que los servicios no están preparados para enfrentar la situación.
Las ciudades fronterizas argentinas, sin contar con casos declarados de dengue, ya han hecho sonar la alarma, decretado la alerta y levantado barreras epidemiológicas. Estas medidas no han sido tomadas por nuestras autoridades sanitarias.
Cuanto más se pretenda esconder, o maquillar, hechos o informaciones, más se corre el riesgo de agravar la propagación de la epidemia.
Con el fracaso de la campaña de prevención, la primera batalla se ha perdido. La imprevisión y la desidia ya se están cobrando vidas humanas, entre ellas la del doctor Miguel Ángel Martínez Yaryes, una valiosa persona que ha dado mucho a la ciencia, a través de su profesión médica, pero sobre todo a la política, por medio de su límpida, valiente y ética trayectoria.
Seguir perdiendo en esta carrera contrarreloj que se ha desatado para controlar la epidemia puede resultar desastroso para el país. Por ello se requiere de gente inteligente que tenga liderazgo, coraje y conocimiento acerca de la administración sanitaria, a fin de enfrentar situaciones de crisis.
El Gobierno y la clase política deben tomar conciencia de la situación y ponerse a la altura de sus responsabilidades. No se debe dudar en realizar los cambios que sean necesarios para devolver la tranquilidad a una población ya desmoralizada por la ineptitud gubernamental, la burocracia paralizante, la depresión económica y la indolencia política.