Los datos del Indicador Mensual de Actividad Económica (Imaep) publicados la semana pasada por el Banco Central del Paraguay (BCP) indican una caída del 2,7% en el producto, especialmente acentuado por una caída del 4,7% solo en el mes de marzo.
Las estadísticas de empleo publicadas por el Instituto Nacional de Estadística (INE) también dan cuenta del deterioro de los indicadores laborales. Entre enero y marzo se verificó un aumento de la desocupación de 1,7 puntos porcentuales con respecto al último trimestre del año anterior, con lo cual el promedio nacional se ubicó en 8,5%.
El subempleo –personas que trabajan menos tiempo del que están disponibles para trabajar– aumentó 0,6 puntos porcentuales ubicándose en 5,2%.
La suma del desempleo más el subempleo llega al 13,7% con lo cual en marzo más de 500.000 personas enfrentaban cualquiera de estos dos problemas.
Las mujeres son las más afectadas, especialmente las del sector rural, donde esta proporción llega a casi el 20%.
Es importante señalar que el empeoramiento de la situación se da en el marco de un mercado laboral precario con anterioridad a la pandemia, cuya histórica precariedad empeoró aún más en 2020 y antes de su recuperación ya verificó un nuevo deterioro en 2022.
El 85% de los ingresos de las familias paraguayas dependen de los ingresos laborales. Un tercio de los hogares tienen como principal proveedora a una mujer, datos que muestran la relevancia del trabajo remunerado en el bienestar de los hogares.
Las causas coyunturales de la situación laboral actual son varias. En primer lugar la persistencia de los efectos iniciales del Covid-19.
En este trimestre se agregan efectos más recientes relacionados con la ralentización de las cadenas de suministros, que impidieron una reactivación económica más rápida. En segundo lugar el aumento de los precios de los combustibles y, en tercer lugar, la guerra entre Rusia y Ucrania, que contribuyó negativamente a la economía paraguaya por diversas vías.
Algunos de estos hechos incidieron en el aumento de los precios, que también impactan no solo en la economía real, sino también en las expectativas. La incertidumbre generada por un contexto internacional adverso y las presiones inflacionarias generan conductas que reducen el consumo y la inversión, retrayendo la actividad económica.
Por otro lado, tenemos los factores estructurales que han afectado históricamente a la economía paraguaya, incorporando altos niveles de volatilidad como los problemas climáticos y la dependencia externa.
El otro factor estructural es la baja cobertura de las políticas laborales y la mala calidad de las políticas agropecuarias, reduciendo la posibilidad de mejorar las oportunidades económicas de las personas que quieren trabajar y vivir dignamente.
Todos estos determinantes están confluyendo actualmente de manera conjunta, generando cuellos de botella que es necesario enfrentar con buenas políticas públicas. El país necesita superar las estrategias a las que las autoridades económicas estaban acostumbradas, ya que nos encontramos ante importantes riesgos macroeconómicos con un Estado endeudado y hasta ahora sin capacidad de enfrentar los retos que impone una nueva coyuntura económica.
Las autoridades económicas deben ser capaces de analizar la complejidad del contexto actual y anticiparse, e implementar medidas oportunas y con calidad para mitigar las consecuencias adversas.