La ambición de inserción internacional de Paraguay expuesta constantemente en los discursos de representantes gubernamentales y de gremios empresariales quedará solo en una aspiración sin fundamentos si no se transforma drásticamente la situación energética del país.
Es imposible que un país crezca sosteniblemente si no cuenta con energía eléctrica de calidad. Nuestro país ha avanzado de manera importante en materia de cobertura. El último dato disponible de la Dgeec señala que el 99% de la población cuenta con este servicio básico. Cabe señalar que otro hecho positivo es el cierre de la brecha territorial. Es uno de los pocos indicadores en que el área rural casi no presenta desigualdad con el área urbana. La ampliación de la cobertura se encuentra pendiente en la población indígena.
Además de la cobertura, se registra un persistente aumento del consumo por persona y cliente. Debería llamar la atención que el consumo industrial por cliente se haya estancado, frente al incremento en la rama comercial.
El logro en la cobertura no estuvo acompañado de calidad, observándose empeoramiento en cuanto a la frecuencia de cortes y duración de los mismos. Paraguay se encuentra entre los países de peor desempeño en el Índice Global de Competitividad del Foro Económico Mundial. Una de las razones es su deficiente infraestructura, que además constituye uno de los factores más problemáticos para hacer negocios. Es decepcionante que entre 137 países nos encontremos en el lugar 112, no teniendo limitaciones en la provisión. Al contrario, una de las represas mas grandes del mundo es nuestra. En este indicador, la calidad de la energía eléctrica nos ubica aún más abajo, en el lugar 119.
El modelo económico actual no es sostenible económica, social ni ambientalmente. Debemos cambiar nuestra matriz productiva para producir bienes de mayor valor agregado y con más impacto en el empleo y los ingresos. La política energética debe ser un eje central de esta transformación estructural garantizando acceso y calidad. Paraguay tiene la ventaja de que produce energía limpia y contribuye con las medidas encaminadas mundialmente para enfrentar el calentamiento global, lo cual nos pone en una situación privilegiada a nivel global.
Necesitamos diseñar e implementar una política energética que contribuya sustancialmente a un nuevo modelo productivo, diversificado tanto en la producción como en los mercados, con alto valor agregado, sin efectos nocivos para el ambiente y, sobre todo, que nos lleve por la senda de un crecimiento sostenido a largo plazo y con inclusión social. No será posible ascender en la escala del desarrollo sin energía eléctrica de calidad.
Ojalá, en el corto plazo, la ciudadanía pueda ver un plan con objetivos claros, indicadores de seguimiento y que en pocos años más podamos sentir que hemos pasado de la frustración al orgullo de pertenecer a un país que logró ubicarse mundialmente con producción de calidad y ejemplo en materia social y ambiental.