Las causas son variadas, desde algunas prácticas culturales de ganaderos y agricultores que aprovechan la época de sequía para realizar supuestas “quemas controladas” que les permitan despejar zonas boscosas y renovar pasturas para el ganado, hasta situaciones de inconsciencia de pobladores que queman sus basuras y se les sale de control, además de casos de presuntos “accidentes” causados por pescadores y cazadores furtivos, hasta episodios cometidos con clara intencionalidad delictiva.
El clima especialmente caluroso, con fuertes vientos que provienen especialmente del norte, solo agrava la situación, expandiendo las llamas y creando un insoportable ambiente de humareda y brumas, que resulta altamente tóxico y peligroso para la salud.
En Asunción y ciudades aledañas la situación resultó aún más crítica con el incendio del vertedero de Cateura, que envenenó el aire en una densa extensión, motivando la evacuación de pobladores de las zonas del Bañado Sur.
Ayer se informó que había más de 2.000 focos de incendio en el país, una cifra que se mantiene alta a pesar de los heroicos esfuerzos de los bomberos. Se han registrado dramáticos casos, como el incidente sufrido por los bomberos de Ypacaraí, con su camión motobomba alcanzado y destruido por las llamas, y varios de los integrantes de los cuerpos de trabajo que han resultado heridos o afectados en la salud durante los operativos. La falta de lluvias, que persistirá durante semanas, vuelve todavía más dramático el panorama.
En medio de los trágicos sucesos, resulta admirable la solidaridad de la ciudadanía, tanto en colaborar con los trabajos de combate al fuego, como en recolectar y acercar agua, alimentos y equipos para apoyar la labor de los bomberos.
Aunque la Fiscalía anuncia algunas imputaciones a quienes fueron hallados responsables de iniciar las quemas, hasta ahora se ha permitido demasiada impunidad en estos lamentables episodios que no solamente causan grandes perjuicios económicos y destruyen el medioambiente, sino afectan a la salud pública y ponen en grave riesgo la vida de las personas y de animales.
De acuerdo con los especialistas, el humo que producen los incendios incide en el desarrollo de enfermedades respiratorias, como EPOC, asma, infecciones de las vías respiratorias bajas, tuberculosis y cáncer de pulmón, con una alta mortalidad.
Hay una cultura de pirómanos que debe ser enfrentada desde la educación y la conciencia, pero principalmente aplicando las leyes ambientales de manera firme y ejemplar.
No podemos seguir quemando nuestra nación, envenenando nuestro entorno y dejando una tierra cada vez más arrasada a las próximas generaciones.