28 mar. 2024

Encrucijada de la política exterior

Alberto Acosta Garbarino Presidente de Dende

En el Paraguay existe un gran consenso sobre que para que una economía muy pequeña como la nuestra pueda desarrollarse, la única estrategia posible es su integración inteligente al mundo.

Las palabras “integración e inteligente” son muy importantes, porque tenemos que integrarnos a un mundo donde se encuentran los principales mercados, las modernas tecnologías y los grandes capitales, pero tenemos que hacerlo de manera inteligente, porque en ese mundo existe una guerra entre los países, por aumentar su participación en el comercio y en la inversión internacional.

Es que todos quieren que las inversiones se radiquen en sus países, todos quieren generar empleo para su gente, y todos quieren proteger sus mercados internos y que los demás les abran los suyos.

Este mundo fue muy diferente durante la época de la guerra fría, cuando las dos superpotencias nucleares –los Estados Unidos y la Unión Soviética– se enfrentaron ideológicamente por la dominación mundial.

Este enfrentamiento terminó en 1989 con el desplome de la Unión Soviética, pero no pasaron muchos años para que apareciera en el escenario internacional un país inmenso con más de 1.200 millones de habitantes, que se encontraba aislado y encerrado en sus propias fronteras y que era un país muy pobre y rural.

Ese país era la República Popular de China, que desde los 90 vivió un acelerado proceso de modernización, de industrialización y de urbanización, que creció por décadas a tasas superiores al 10 por ciento, y que hoy hacen de ella la segunda economía del mundo.

Ese país que hasta 1949 se llamaba solamente República de China, era gobernada por los nacionalistas liderados por Chiang Kai-Shek y en 1945 había sido uno de los países fundadores de las Naciones Unidas.

Pero en 1949 los nacionalistas fueron derrotados por los comunistas luego de una larga guerra civil y todo el inmenso territorio continental cayó en manos del comunismo y el país pasó a llamarse República Popular de China.

Los nacionalistas, con la protección militar de los Estados Unidos, se refugiaron en la pequeña isla de Taiwán, se adjudicaron el nombre de República de China y con el apoyo político de los Estados Unidos siguió ocupando la silla de la China en las Naciones Unidas hasta 1971.

En ese contexto, en 1957 el Paraguay totalmente alineado con la política anticomunista de Estados Unidos entabló relaciones diplomáticas con la República China-Taiwán.

Esta situación comenzó a cambiar en 1971, cuando en las Naciones Unidas los países votaron y aprobaron la Resolución 2758 por la que se reconocía como a la única China a la República Popular.

A partir de ese momento Taiwán fue expulsada de la ONU, la China Popular pasó a ocupar su asiento correspondiente en el Consejo de Seguridad y casi todos los países del mundo reconocieron y tuvieron relaciones diplomáticas solamente con ella.

El cambio fue aún más dramático cuando Richard Nixon, presidente de Estados Unidos, visitó la República Popular de China y la reconoció como el único país y a Taiwán como una provincia de ella.

Hoy apenas 20 países del mundo reconocen a Taiwán. Pequeñas islas del Caribe y de Oceanía o pequeños países de Centroamérica y en Sudamérica un solo país… Paraguay.

Hoy, en el siglo XXI, cuando el enemigo ya no es el comunismo y la guerra que se libra ahora es por atraer inversiones y abrir mercados, no tiene sentido que el Paraguay no tenga relaciones con la segunda economía mundial, con el mayor comprador del mundo de nuestros productos agrícolas y con el mayor inversor extranjero en América del Sur.

Hoy estamos ante una encrucijada de política exterior. O nos mantenernos fieles a un “amigo generoso” o entablamos relaciones con una potencia mundial clave para nuestro desarrollo.

Desarrollo que solo será posible con una integración inteligente al mundo.