Según Hacienda, el proyecto plantea cero aumento de gastos rígidos del Estado –entre ellos, el salarial–, busca una alta contención social, al igual que el financiamiento de los sectores de Salud, Educación e inversión pública. “Son más de USD 150 millones que se redujeron en cuanto a remuneraciones adicionales, subsidios a funcionarios públicos, presupuesto de viajes, de combustibles, reducción en la contratación de 300 personales, prohibición de compras de nuevos vehículos, entre otros”, argumentó el ministro Benigno López (ÚH/02/09). Y remató: “Nadie va a estar contento con este presupuesto y vamos a recibir muchos reclamos”.
Siempre se habla de la necesidad de racionalizar los gastos del Estado, de recortar pagos, compras superfluas y viáticos innecesarios; de terminar con los derroches y la mala utilización del dinero de los impuestos que pagan ciudadanos honestos, etc. Entonces, ¿por qué es de suponer que “nadie va a estar contento?”.
Podríamos barajar dos elementos intervinientes. Por un lado, la proximidad. Creo que pocos estarán en contra de racionalizar los gastos del Estado y, por ende, utilizar mejor el dinero público, pero siempre y cuando no sea el bolsillo de uno el afectado o las propias prioridades. Porque allí, la visión cambia. La proximidad al impacto hace tambalear los discursos patrióticos “for export” y desafía la propia ética y hasta el concepto de justicia.
Por otro lado, está la duda. ¿Será realmente aprovechada esta austeridad para el bien del Paraguay? Juan Pueblo tiene muchas dudas porque la clase política y la mayoría de las autoridades han perdido credibilidad por motivos diversos, justos e injustos. Y del círculo vicioso, a su vez, se aprovechan líderes que llevan agua a su molino, priorizando intereses particulares; “así como hacen los de arriba”, dirán para justificarse.
Por eso, no bastan las buenas intenciones, más aún cuando de presupuestos se trata. Es necesario construir credibilidad cada día; en cada liderazgo, proyecto y ejecución. Además, está claro que reducir el presupuesto es un comienzo, pero no garantiza las mejoras. A la par urgen acciones que incentiven la inversión, producción y el empleo.
El presidente adelantó que se buscará “un debate absolutamente racional”. Y es lógico que Juan Pueblo se pregunte si entre la mayoría de los políticos, muchos de ellos que testimonian indiferencia al ejercicio de la política como búsqueda del “bien común”, todavía se puede esperar un debate de ese tipo.
Para el Parlamento es fácil repartir la plata ajena; de “todos” y entonces de nadie. Para otros es mejor que siga la superpoblación estatal y así beneficiar a los correligionarios con algún puestito en la función pública. “En la política todo está permitido, excepto ser demasiado ético. Es mejor ser oportunista. Es la ley en este campo y si no te gusta te vas a las graderías a criticar”. Palabras más, palabras menos, me decía, años atrás, un joven que hacía carrera en uno de los partidos tradicionales. Triste pero cierto. Es la execrable forma de hacer política en nuestro medio. Aunque siempre hay excepciones en las que confiar. Justamente el estudio del Presupuesto General es tiempo ideal para las negociaciones y los negociados en el Congreso. Es un panorama complejo donde intervienen sindicatos, intereses partidarios, mezquindades políticas, etc. Por ende, será necesario apelar tanto al diálogo racional, honesto y patriótico, como también a la ética para lograr acuerdos sobre un presupuesto realista y adecuado a los intereses del país; uno que no solo evite el derroche del dinero de la gente, sino que, además, apunte a responder a las verdaderas necesidades y prioridades del Paraguay.