18 feb. 2025

El país requiere de debate de proyectos y no de insultos

El lenguaje político de ataques e improperios que se despliega en estos días finales del 2006 refleja la pobreza de espíritu de los que utilizan la descalificación como arma para menoscabar a su adversario. Es necesario superar la estrategia de los insultos para ingresar a un enriquecedor debate de ideas que beneficie al país.

Los colorados son los que han empezado a disparar su artillería verbal en contra del obispo renunciante Fernando Lugo. En el despliegue de vocablos aparecen términos como farsante, estafador, manipulador, póra, soberano imbécil, estúpido, Lucifer y otros, que han tenido amplia difusión en los medios informativos.
La actitud del oficialismo –además de revelar inseguridad– muestra la percepción de que el Partido Colorado ve en el horizonte un serio riesgo. Por lo tanto, de entrada –como un mensaje que más bien apunta al electorado colorado, para que se sienta herido en su amor propio, se aglutine ante la amenaza y reaccione–, los disparos intentan ser unificadamente demoledores.
Lo grave es que el presidente de la República, Nicanor Duarte Frutos, y el vicepresidente, Luis Alberto Castiglioni, son los que encabezan la lista de los que recurren al argumento de menoscabar al posible candidato de la oposición. Ellos deberían estar por encima de los sectarismos, ya que gobiernan a todos los paraguayos. El ejemplo que dan no es el más apto para crear un clima de concordia en la República.
Los agredidos han respondido con mesura, aunque dejando entrever que no rehuirán al enfrentamiento que ya se insinúa con evidencias concretas.
Lo que se observa en el prematuro aunque ya vigoroso escenario proselitista permite concluir que el año que viene la cantidad y la intensidad de los intercambios de esta naturaleza van a continuar.
La ciudadanía está cansada de la politiquería que prioriza lo inmediato y se enfrasca en inútiles confrontaciones. Lo que en contrapartida hace falta es un debate ideológico y propuestas para discutir en torno al proyecto de elevación de la calidad de vida de toda la población.
La adjetivación rimbombante y acusadora no conduce a nada bueno. Solo agrava las heridas y lleva el desentendimiento a la orilla del odio y la violencia, promoviendo querellas que en nada contribuyen al bienestar.
Por primera vez en la historia de la posdictadura se perfila la posibilidad de un debate de ideas políticas que implican maneras de gobernar diferentes. Los conceptos de derecha e izquierda –cuyas raíces hay que buscarlas en la Revolución Francesa– nunca han sido dilucidados localmente, porque los aspirantes a gobernantes siempre han circulado por el carril conservador y populista.
Es necesario dejar de lado la guerra de palabras intrascendente y concentrarse en las ideas que sustentan un proyecto de país que permita superar la pobreza, dinamizar la economía y combatir de frente la corrupción, para alcanzar una mejor calidad de vida para todos. El país clama por propuestas para desarrollarse, harto de provocaciones estériles.