18 abr. 2024

El momento crítico precisa de una conducción política certera

A 128 días de iniciada la cuarentena, observamos con preocupación cómo va aumentando la circulación del coronavirus en casi todo el país; sumando los casos y –lamentablemente– también la cantidad de fallecidos. El fastidio ciudadano resulta comprensible, fundado en la grave crisis social y económica en la que vive el país desde hace más de cien días. En este punto es fundamental seguir insistiendo en la responsabilidad ciudadana para evitar llegar a situaciones de caos sanitario. Sin embargo, también necesitamos, hoy más que nunca, una conducción política certera, que desde el Gobierno ejerza el liderazgo y sea capaz de mostrar conexión y empatía con las necesidades de la población.

El coronavirus circula actualmente por las zonas más densamente pobladas del país; y, como en una pesadilla que se va confirmando, se comprueba cada día el aumento de casos en Asunción, Central y Alto Paraná. Esto se evidencia sobre todo en la explosión de los casos sin nexo, la cada vez mayor cantidad de focos de contagio y las camas ocupadas por pacientes con Covid-19, y de otras afecciones respiratorias propias de la temporada invernal.

El relajamiento en el cumplimiento de las medidas sanitarias: uso de tapabocas, distanciamiento físico y el lavado correcto de manos, es una señal no solo de falta de compromiso y responsabilidad de parte de la ciudadanía, sino que muestra también un hartazgo ante una situación que estamos viviendo desde hace 128 días. El mensaje de la importancia de que todos debemos cuidarnos para evitar el contagio no ha sido interiorizado suficientemente por la población. Hoy, después de 128 días, el fastidio y el hartazgo son una constante. Ya se han retomado prácticamente todas las actividades restringidas por la cuarentena, incluso regresa el fútbol, precisamente en momentos en que al parecer nos estamos acercando a la peor parte de la pandemia.

El fastidio de la población es comprensible. Pero además existe otro elemento que complica el escenario actual: el descreimiento en la clase política y en las autoridades.

Después de meses de sacrificio, el sistema de salud sigue siendo precario. A pesar de los millonarios fondos de emergencia obtenidos con créditos, para adquirir equipos e insumos médicos, camas de terapia intensiva y respiradores, poco se ha logrado; y si la infraestructura creció fue gracias a generosas donaciones de países y organizaciones.

Fueron graves los intentos de estafa contra el Estado, que fueron detectados en los procesos para las compras desde China, todos estuvieron viciados de irregularidades y, al final, le queda claro a la ciudadanía la lección de impunidad.

Mientras la población soportaba sacrificios, encerrada en sus casas, con pérdidas de fuentes de trabajo y, en algunas zonas del país, dependiente del comercio fronterizo llegar a una situación catastrófica, ingresó hace un par de días al país, pese a las fronteras cerradas, el ex presidente argentino Mauricio Macri, invitado por el ex presidente Cartes. Salud, de manera apurada y convenientemente, adaptó el protocolo sanitario.

Este no solamente es un agravio al esfuerzo de la ciudadanía y del personal de salud, que en medio de precariedades lucha por salvar vidas. Es que además no es el mensaje que la ciudadanía necesita en estos tiempos en que crece el desánimo y cunde la incertidumbre ante el futuro.

Este es el momento en el que el país necesita saber que hay un liderazgo político capaz, que lo acompañará para superar la crisis.

Necesitamos un Gobierno que gobierne; que en esta situación crítica las autoridades sepan canalizar el fastidio ciudadano y sean capaces de interpretar su descreimiento y su hartazgo.

Ahora más que nunca necesitamos un liderazgo acertado, que sea capaz de conducirnos en esta crisis por el coronavirus, hasta que al final del túnel se vislumbre una luz de esperanza.

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