24 abr. 2024

El joven manos de tijeras

A los 13 años, Ronaldo Arévalos ya es capaz de cortar cabellos y barbas, y además se anima a hacer sus primeros diseños. Entre sus clientes se encuentran futbolistas de Primera División, que confían en su pericia e imaginación. Diversión antes que labor, mientras estudia y sueña con ser futbolista.

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Por: Carlos Darío Torres

Fotos: Fernando Franceschelli

Doña Alicia busca en la casa, pero Ronal —el menor de sus hijos— no aparece. Entre enojada y preocupada, se dirige a la planta baja, en donde Mario Cáceres y Felipe Paniagua alquilan una pieza en la que instalaron su negocio, Barber Club Py. Suspira aliviada. Su vástago le está cortando el pelo a un cliente, y parece que lo está haciendo bien. Su enojo se disipa y ahora su sentimiento es de orgullo.

La repentina aparición de su madre también sorprende a Ronal, quien medio avergonzado le pide que salga del saloncito. Hoy, varios años después, Alicia recuerda aquel episodio: “A lo mejor tenía miedo de que le dijera algo delante de la gente. Después lo dejamos, porque veíamos que Mario le decía: ‘Hacé así, agarrá la tijera, tenés que hacer cuatro veces’, y cosas parecidas”.

Ronaldo Javier Arévalos Larrosa nació el 4 de junio de 2004. Es el menor de la familia y tiene tres hermanas. Tenía 10 años cuando dos jóvenes profesionales, Mario y Felipe, instalaron su pequeño negocio de barbería en Lambaré, en una pieza que les alquiló la abuela de Ronal, en el piso inferior de su vivienda. El niño iba a mirar el trabajo de los barberos y aprovechaba para ayudarles, barriendo el pequeño salón.

“Siempre se iba y miraba, y así le fue tomando el gusto a la profesión. De a poco le daban para que practique. Nosotros no sabíamos. Mi hermano era el que me decía: ‘Decile a tu hijo que salga de ahí, está con personas mayores, ellos tienen gente ahí’. Yo le decía que venga y después de un rato ya se me perdía otra vez”, comenta la mamá.

Uno de los mentores y amigo de Ronal, Mario Cáceres, añade su versión de la historia: “Él tenía 10 años, venía y miraba, era reloco. Empezó a interesarle el trabajo y todos los días se cortaba el pelo él solo, se marcaba las cejas. Ahí nos dimos cuenta de que le gustaba. Preguntaba, era curioso, se interesaba por el trabajo y de a poquito se fue metiendo. Se notaba que tenía talento. Cualquiera puede cortar, pero no cualquiera puede hacerlo con las distintas técnicas. Con 11 años, él ya manejaba muy bien la máquina”.

Pasos pequeños

Cuando empezó, como es lógico, pocos se animaban a ponerse en sus manos. Es que Ronal era menudito —todavía lo es y no aparenta los 13 años que tiene— y su rostro de niño tampoco inspiraba confianza. “No me creían capaz y no se querían cortar, pero después vieron que practicaba con mis amigos y ahí me dieron la oportunidad”, relata el niño barbero.

Al principio, él creía saber todo y pensaba que solamente mirando todos los días cómo trabajaban los profesionales era suficiente. Pero Mario y Felipe sabían que él precisaba más lecciones y le fueron dando las técnicas y los tips, los pasos necesarios para aprender más rápido.

“Empezó con sus amiguitos. Traía a algún compañerito de la escuela y le cortaba. Si lo hacía mal, nosotros estábamos ahí para orientarle y para que trabaje mejor. Hace un año nos dimos cuenta de que ya estaba preparado”, señala Felipe.

Después los clientes ya comenzaron a preguntar qué tal el chico. Los propietarios respondían que todavía estaba en proceso de aprendizaje, pero los habitués a la barbería empezaron a confiar en él y dejar que les corte.

“Ya se cortaron con él jugadores de Primera. Por eso le llevamos a las concentraciones de Olimpia, de Sol, de Guaraní, para que se vaya ambientando en el mundo de los cortes profesionales”, revela Cáceres.

Su primer cliente futbolista fue Diego Barreto, hoy arquero de General Díaz, pero Ronal aclara que se lleva bien con todos los jugadores, y nombra a Tito Torres, Willy Mendieta y al delantero —actualmentre de Santaní— Fabio Escobar. Yonathan Samaniego y Willy Britos, de Trinidense, también pasaron por sus manos.

En Barber Club Py, uno de los cortes más solicitados por los futbolistas –y por los que no lo son– es el llamado fade, también conocido en castellano como sombreado o degradado. Algunos prefieren los diseños. “Ahora se usan muchos los cortes delicados, trabajados con líneas y sombreados, son los más pedidos”, afirma Paniagua.

Se necesita imaginación y precisión con las manos para detallar las líneas. “A Ronal todavía le queda por aprender, pero está en el buen camino. En un año o un año y medio va a ser un profesional. Está empezando con líneas, estrellas, lo más sencillo. Quiere llegar a hacer realismo, retratos que se hacen con pigmentación, tintes o con lápices especiales”, cuenta Mario.

Los días en que mucha gente acude a la barbería, los viernes y los sábados, Ronal suele estar barriendo, hasta que algún cliente le pregunta si le puede cortar. Y él dice que sí, sin miedo. “No tiene el temor de hacer mal algo, y si no le está saliendo, pregunta y ahí agarra de nuevo el rumbo, no se pierde con el corte”, dice Mario.

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Libros y pelotas

El niño corta y delinea, porque es feliz haciéndolo. Mario y Felipe le suelen pagar por la tarea, aunque ambos aclaran que no tiene obligaciones laborales ni un horario que cumplir. “Él está aquí por su propia voluntad, nadie le obliga, ni siquiera sus padres. Está en una etapa en la que quiere aprender. Es un aprendiz y no está sujeto a horario. Le damos un dinero, pero no es un empleado contratado, no tiene obligaciones. Está con la escuela y quiere ser futbolista”, aseguran sus amigos y maestros de la barbería.

Para que el futuro profesional tenga el tiempo suficiente como para hacer lo que le gusta, su madre Alicia lo inscribió en el turno noche de la escuela María del Carmen de Achucarro, de Lambaré, que queda frente a su casa. “Él va a la escuela de fútbol de Sol de América. A la mañana está en la barbería, a la tarde en la escuela de fútbol y a la noche va al colegio”, explica.

“Entro a clases a las 18.00 y salgo a las 22.00. Después hago mi tarea y me acuesto. Juego cuando salgo de la barbería porque me gusta estar acá y quiero ser un profesional. Pero es una diversión también. Y en el futuro me gustaría tener mi propio local”, confiesa Ronal.

Al aprendiz le gustaría convertirse en un experto barbero, pero también quiere ser futbolista y llegar a Primera División, su primer sueño (juega de extremo izquierdo). Pero hoy esa pasión es compartida con el arte de cortar cabello y barba. También piensa asistir a la universidad y estudiar Administración de Empresas.

Alicia tuvo que dejar a su hijo al cuidado de sus abuelos maternos cuando viajó a Italia para trabajar. Fueron ocho años de ausencia. Cuando volvió, el chico que había dejado se había convertido en un púber con un carácter un tanto difícil.

“Era hiperactivo, cabezudo, respondón; si le pedías algo, te decía que no; que se levante para ir a la escuela era una lucha. Pero cuando empezó a frecuentar la barbería, cambió. Eso le agradezco al señor Cáceres, porque ellos le dieron un espacio”, comenta la madre.

Ronal mantiene la ilusión de ser un barbero y un futbolista de primera. A ello le suma voluntad, convicción y entusiasmo, virtudes que hoy ya le han valido hacerse un lugar en el corazón de la gente que ha sido tocada por sus manos, tan hábiles con la tijera como sus pies con la pelota.

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Cambio de cuadro

Se suele decir que uno puede cambiar de esposa, novia, amigos, pero de club nunca. Sin embargo, en este aspecto, Ronal también es especial. ¿Por qué? Pues porque de más chico era cerrista y ahora es hincha fanático del máximo rival del Ciclón. “Ahora soy de Olimpia, pero antes era de Cerro porque un tío me obligaba”, confiesa. Eso no le impide ser amigo también de los atletas azulgranas, sobre todo de los que ya están hace algunos años en la institución.