Por Juan Montaner
En la campaña paraguaya, jóvenes de hace algunos años caminaban kilómetros para llegar a un televisor y ver las peleas de Don King. Es que el pintoresco promotor de boxeo marcó toda una época. Y su negocio millonario le llevó a dar una clase en la Universidad de Yale. Algo sabía.
Entusiasmado, un promotor novato logra armar una pelea. El escenario: Las Vegas. Va junto a un renombrado banquero y este le dice: “Muy buena idea. Pero que organice Don King”. ¡Es duro conquistar posiciones en este mundo! Sigue el banquero: “Porque a mí no me interesa tu pelea. Me interesa que se llenen los hoteles; que se apueste en los casinos; que se vea a los magos; que se escuche a los cantantes; que los pastores celebren bodas a medianoche...”.
El banquero sabía cómo se movía su economía. También sabía que ello redundaba en su propio beneficio. ¿Y cómo andamos por casa?
NUESTROS BANQUEROS. Las numerosas sucursales bancarias están todas ellas para préstamos que esperan resarcimiento del ingreso que ya se tiene. En su mayoría son de consumo. Para desarrollar algún proyecto generador de riqueza toca ir a la central. Esos préstamos fueron prohibidos por la Iglesia, en lo que llevaba algo de razón, pues no hay productividad. Si seguimos ese “magisterio”, podríamos encontrarnos con el sorprendente Tomás de Aquino para quien el que presta también debe compartir el riesgo. No hay por qué aceptar lo establecido como la última verdad.
Así, cuando nuestros banqueros entusiasman a sus clientes con prospectos de préstamos para comprarse un auto, no nos deben parecer grandes conocedores de su oficio.
Un banco nos dice que consiguió un premio en el extranjero. Pero vemos que es de los que más se dedican a préstamos de consumo. ¿Lo premiaremos nosotros?
Otro banco que llegó al Paraguay con esa estrecha mentalidad ha pasado, sin embargo, a interesarse en la agricultura empresarial. Ha descubierto el negocio observando la competencia de las cooperativas y dejando de refugiarse en las cómodas Letras que ofrece el Central para retirar dinero. Debe, incluso, resultarle más motivador.
Los países que crecieron invirtieron un altísimo porcentaje de su producto, como el 20%. Los ahorros creados por toda la economía se deberían dirigir a una inversión.
En Paraguay la relación de préstamos a producto (PIB) ha bajado del histórico 25% a un 19%, y no podemos levantarla. Y si la mayoría de esos préstamos va al consumo no llegaremos nunca al porcentaje de inversión requerido para el crecimiento que interesa.
LA BANCA PÚBLICA. Si confiamos el esfuerzo a la banca pública no vamos por buen camino. En una época el Banco Nacional de Fomento representaba la mitad de los préstamos. Los redescuentos del Banco Central para levantar la cosecha se canalizaban a través suyo.
Hoy, el Banco de Fomento es un banco más que sucumbe, incluso, a sacar dinero fuera del sistema. El Fondo Ganadero, con el empuje de la ganadería, consigue US$ 30 millones, que si dividimos por las necesidades de los clientes nos da que solo satisfará a unos pocos. La nueva banca de segundo piso ofrece US$ 10 millones para construcción de viviendas. ¡Estamos lejos de los US$ 1.600 millones que necesitamos invertir!
Comprendiendo que se deban contemplarlas, las viviendas no constituyen un gran multiplicador, pero sí resultan seguras a los bancos. Incluso así, estos se acercan con timidez.
EL LEÓN MACHO NO SALE A CAZAR. Lo que define al empresario es salir y arriesgarse. ¿Tienen nuestros banqueros suficiente dinamismo? Si el Estado va a conseguirles los fondos que en una cadena de lapiceras llegará al prestatario, la cosa es muy fácil. Si van a cosechar dinero para llevarlo al Central y que este los premie, la cosa es muy fácil. Si encima vamos a proteger los depósitos, estos deben servir para algo.
En otra época, las reservas obligatorias de los bancos en el Central era la condición para “jugar”. Consiguieron que se las remuneraran. En otras partes, el juego es más dinámico. Compiten hasta remunerando, ellos, las cuentas corrientes. Acá son el león. Y el león macho no sale a cazar.
Una visión como la del banquero de Las Vegas es necesaria para hacer el juego más interesante. Celebremos a los que la tengan. Al final, si la vida económica es juego por lo menos hagámoslo más atractivo para nuestra inteligencia.