Por Adrián Cattivelli Taibo
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Las relaciones entre Nicanor Duarte Frutos y Hugo Chávez nunca fueron malas. Aunque conservador por formación y convicción, el presidente paraguayo siempre evidenció cierta admiración y respeto por su par venezolano.
La simpatía se ampliaba al contemplar su polémico estilo de gobierno, caracterizado por una exaltación de populismo que, sin lugar a dudas, Duarte Frutos gustoso implementaría de contar con los exorbitantes recursos financieros con que la producción petrolera colma los bolsillos del locuaz mandatario bolivariano.
No obstante esta histórica coincidencia, la empatía entre ambos fue en constante y sostenido aumento en los últimos tiempos. Empezando por la cuestionada decisión de apoyar el ingreso de Venezuela al Mercosur, una medida que ayudará a equilibrar la hegemonía brasileña en el bloque, según algunos, pero que introduce un factor de inestabilidad en el proceso de integración regional, según otros.
Meses más tarde, el acercamiento de Duarte Frutos con Chávez se fue consolidando. Coincidentemente, esa aproximación se efectuaba mientras el liderazgo del ex obispo de San Pedro, Fernando Lugo, se robustecía, así como los rumores de que el régimen chavista estaba dispuesto a financiar su campaña presidencial.
Hablando por otros
Gestión nicanorista de por medio, Chávez mismo se encargó de disipar esas versiones, y no en cualquier escenario. Durante la última Cumbre del Mercosur, realizada el pasado enero en Río de Janeiro, el presidente venezolano se reunió con periodistas paraguayos con el objeto de aclarar que no tiene vínculos con ningún obispo en nuestro país, y que a los únicos prelados a los que conoce es a los del suyo, con quienes, según sus propias expresiones, suele enfrentarse bastante a menudo.
Dicho sea de paso, y siempre según sugerencias del propio Nicanor, el gobernante bolivariano aprovechó para disparar artillería pesada contra el vicepresidente Luis Alberto Castiglioni, el niño mimado de lo más selecto del conservadurismo criollo.
“Ya quieren meter a Chávez en Paraguay; claro, porque el año que viene hay elecciones. El vicepresidente (Castiglioni) dice que yo vengo a contaminar el Mercosur de ideología. Ahí está el imperio y la CIA, con sus periódicos y periodistas, que tratan de impedir la integración. Pero que no se me vaya a inmiscuir en los procesos internos, porque nosotros respetamos la soberanía de cada país”, fueron las palabras del ex golpista.
Pero el maridaje Chávez-Nicanor continuó. Sabe el inquilino del Palacio lopino que el peligro de que Venezuela observe con mayor detenimiento el complejo panorama político paraguayo y asuma posturas continúa existiendo. No será el Paraguay una excepción al afán de liderazgo y posicionamiento del controvertido mandatario venezolano en la región.
Después de todo, si el polémico coronel apadrinó a Morales en Bolivia, Humala en Perú y Correa en Ecuador, ¿por qué no imaginar que también el Paraguay sea una parte apetecible del tablero, máxime considerando la cercanía ideológica de Lugo y su entorno con el gobernante bolivariano?
¿Marcando distancias?
Ciertamente, en su afán por distanciarse de cualquier exceso y captar al elector moderado de la clase media, Lugo ha formulado declaraciones públicas de un marcado diferenciamiento en relación con el vistoso líder venezolano. No obstante, quienes conocen su trayectoria saben que sus convicciones son bastante cercanas a las de la actual corriente anti-neoliberal reinante en América Latina.
En cuanto el peligro de identificación exista, Nicanor continuará desplegando esfuerzos para asegurarse de que Chávez no tomará partido en Paraguay a favor del líder de Tekojoja.
En ese sentido, es altamente probable que los paraguayos continuemos escuchando declaraciones presidenciales a favor del régimen chavista, tales como la “sobredosis de democracia” que rige en Venezuela, o las supuestas “alianzas estratégicas” en materia energética.
Mientras tanto, poco importará que la “sobredosis” implique la caída en estado de coma profundo de la libertad de expresión en Venezuela, o que las abultadas promesas de millonarias inversiones chavistas en la prospección o explotación de hidrocarburos no pasen de constituir la enunciación de hinchadas aspiraciones que solo Dios sabrá en qué terminan.