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El Gobierno está llegando al fin de sus primeros 100 días. Si bien falta una semana y pico, la proyección de lo que resta del ciclo no variará sustancialmente, salvo que hayan guardado algo para sorprender en el último tramo.
En lo social: El principal pilar electoral fue la gente, sus carencias y ese esperado golpe de rumbo para distribuir más equitativamente la riqueza, atender las necesidades reales de la población y permitir una progresión hacia un mejor estándar de vida con dignidad y seguridad. El mapa actual en ese sentido se presenta sin mayores variaciones. Si bien es lógico que no puedan producirse modificaciones de fondo, tampoco se vieron líneas concretas. Podríamos decir que se creó por fin una instancia para el inicio de la reforma agraria integral. Sin embargo, la Coordinadora Ejecutiva de Reforma Agraria (nombre nuevo que se le dio) fue definida a los apurones, por la presión que ejercieron distintos sectores campesinos y populares, y sin tener claridad sobre su función real. En lo demás, el asistencialismo sigue siendo la dinámica de atención a los sectores más desposeídos y no se vislumbran aún posibles nuevos diseños. La salud gratuita es un paso positivo, pero, sin presupuesto real, en muchos lugares sigue siendo una intención. En educación no se definió hasta ahora una línea demarcadora y diferente, y los sectores sociales organizados comienzan a incomodarse ante la falta de propuestas y hechos. Las grandes señales esperadas en este campo no mostraron aún el rostro.
Económico: Posiblemente la base fundamental del programa que no cuajó. Si bien la Alianza Patriótica para el Cambio nunca exhibió un definido diagrama financiero y económico, depositó todo su conocimiento y desconocimiento en Dionisio Borda, un ministro hacedor del peligroso modelo nicanorista basado en la mera lógica impositiva, sin mayor interés en el desarrollo industrial y agropecuario. Ni qué decir en otras áreas como servicio y las actividades menores. Se sigue hablando de una macroeconomía que “está bien”, pero no fue puesto ante los ojos de la gente cómo la microeconomía dejará de dolerle en los bolsillos cada día ni de qué manera. Si existe algo, solo lo saben quienes están en las oficinas del Gabinete.
Corrupción: Golpes de efecto, como el descabezamiento en Aduanas, marcaron un inicio importante; aunque no superaron el efecto efímero. Los esfuerzos no parecen suficientes.
Seguridad: Sentido y reclamado estado de cosas. Promesa incumplida. El mejor hombre del Gabinete resbala en estos momentos cuesta abajo en popularidad y efectividad. Desde el Ministerio del Interior la respuesta no fue hasta el momento concreta. Lo que para algunos es una buena señal, pedir a Colombia un asesoramiento fuerte en la materia, en el fondo puede tornarse en riesgo capital, teniendo en cuenta la situación diferente del país y las realidades. La gente y su sensación de zozobra aumentan. La herencia de todos los gobiernos colorados parece no hallar respuesta de contención. ¿El campo? ¿La ciudad? Por igual aumentan sus índices de inseguridad; y no hay proposiciones concretas para poner solución a un drama que tiene sus raíces en lo económico y social. Hasta ahora muchas palabras y pocos hechos.
Justicia: Sin novedades. Los gestos no superaron el discurso. Los reclamos provinieron más bien de los sectores sociales, que terminaron configurando un escenario donde se desarrolló el peor papel del Ministerio del Interior: la más cruenta represión a sectores populares frente a la Fiscalía. Paralelamente, se dio la cifra récord de dos campesinos muertos -y sin investigación seria y real- antes de cumplirse tres meses de mandato.
Gobernabilidad: El Gobierno no está en su mejor momento. Mucho zafarrancho interno. Existen atomizados sectores hambrientos de poder para repetir viejos vicios y una fractura en aumento en el núcleo principal: el Ejecutivo. Fernando Lugo-Federico Franco, al parecer, terminan siendo un problema que durará cinco años.
No obstante los signos difusos, también hay señales importantes. Por fin Itaipú se va transparentando, un búnker inexpugnable en tiempos colorados; la gente por fin pudo experimentar que puede cambiar de Gobierno y que por lo menos hay intención de hacer bien las cosas, con transparencia y honestidad, en algunos sectores.
Si bien 60 años de nefasta herencia de fagocitantes gobiernos colorados no pueden cambiar en 100 días, por lo menos las señales podrían haber sido más claras...