Por Caio Scavone - Villarrica
Creo que una de las mayores alegrías de la vida es un nacimiento, porque me imagino que constituye el símbolo de la esperanza y porque resume aquello de que: aún no todo está perdido y porque además desparrama ese algo o ese mucho de ilusión y confianza en el mañana.
A la inversa, la tristeza que nos embarga por la pérdida de un ser querido no tiene comparación, aunque a los que nos llamamos cristianos, la muerte no debería ser más que el paso de una vida, la terrenal a la vida eterna. La macana es que todos manifiestan que se pasa a una mejor vida pero nadie quiere deslizarse a esa vida. Y menos todavía los que se emperran en asegurar que es mejor vida y con equivalencia a cinco estrellas.
El pasado 29 de marzo falleció en su ciudad –Villarrica– el señor Víctor Buzarquis Real, un don a carta cabal, de esos difíciles de empardar. Era químico, pero de los que supieron combinar todos los elementos para consolidar amigos de toda índole y ser apreciado por todos ellos. Enseñó en casi todos los colegios de Villarrica y durante sus 34 años de docencia y decencia, una infinidad de profesionales aprendieron de él el arte de amalgamar la sabiduría, el respeto y la profesionalidad.
Nació en Villarrica el 18 de agosto de 1918 y fue hijo del sirio-libanés Antonio Buzarquis y de la dama argentina, también radicada en Villarrica, Natalia Real. Eran 7 hermanos, Enrique, Miguel Ángel, Delfín, Arturo, Raúl, Carlos y Víctor, y sus 3 hermanas, Emilia, Natalia y Elba. Entre todos hicieron del apellido Buzarquis una especie de reliquia guaireña, porque todos sobresalieron en las distintas profesiones que les cupo cumplir. Raúl falleció siendo muy joven, ofertando su vida en la Guerra del Chaco.
Víctor inició su educación en la Escuela Ybaroty, pasó a la Escuela Normal y se recibió de bachiller en el histórico Colegio Nacional de Villarrica. En el año 1950 recibió el título de químico farmacéutico en la Facultad de Asunción.
Integrante indiscutido de la selección guaireña de fútbol porque jugaba como los dioses y era un defensor inexpugnable para todo delantero rival. Alternaba en todos los puestos de la defensa y a los 18 años ya era campeón con la selección de sus amores en el Interligas en 1936. El club Nacional de Asunción lo tuvo en sus filas junto a su hermano Carlos. La visión del DT Manuel Fleitas Solich, amén de la exquisita calidad de Víctor, forzaron que este extraordinario atleta jugase al lado de los Erico: Armando y Arsenio. Ahí le dieron el sobrenombre de El Flaco. En Villarrica militó en filas del Estero Bellaco y en el Olimpia. Nunca olvidó que en 1950 la selección de fútbol de Villarrica, con Víctor al frente, ganara a la selección paraguaya en Asunción por 4 a 3 con los goles de su sobrino Rubén Fernández, otro guaireño de oro que brillara después en Libertad y fue campeón sudamericano en Lima en 1953. Don Víctor siempre decía que como Rubén no había otro.
Comenzó como farmacéutico habilitando con su compueblano Luis Bertolo la farmacia India, y luego formó la suya con el nombre de farmacia Real, que tiene vida y vigencia desde el año 1950, una de las más renombradas en nuestra ciudad. Se casó con Carmen Alvariza para que nacieran Carmen y Raquel y una seguidilla de nietos.
De humor fino y de humo rudo porque fumaba 3 paquetes de cigarrillos por día, hasta que en 1980 quedó con una afonía. Fue un ciudadano de primera, caritativo, señor, jovial y profesor en mayúscula. Hoy quiero recordar con estas líneas a este ilustre guaireño que ayudó con creces a que Villarrica tenga esa química de Culta. Don Víctor es de los que no pueden irse al olvido, solo sacó pasaporte para posar en el recuerdo vitalicio de los guaireños infinitamente distinguidos.