Me impresionó gratamente el gran nivel de las argumentaciones de las semanas previas a la votación del Senado argentino sobre el proyecto de ley de aborto legal que finalmente fue rechazado el miércoles en una maratónica sesión.
Médicos, juristas, educadores, analistas políticos, economistas, representantes de familias organizadas, sobrevivientes del aborto legal dieron su parecer y su experiencia ante los, para mí, pocos legisladores que estaban presentes en esas importantes audiencias previas. El presidente Macri acusó el golpe de la presión de los financistas internacionales que dan el ok a los programas de “progreso”, pero que finalmente siempre terminan siendo pagados por el pueblo al que se endeuda para ello.
En su caso él cambió diametralmente su posición sobre el tema explícitamente manifestada en sus campañas electorales. Sus contrincantes políticos kirchneristas en su mayoría presionaron también por la aprobación de la ley de aborto dando a entender al globalismo que están tan dispuestos como los macristas a cumplir las recetas de “desarrollo sostenible” que incluye el aborto legal como parte de los dictámenes sobre salud sexual y reproductiva. Una muestra más de la pérdida de soberanía económica y cultural de nuestro continente.
En la sesión, los defensores de la ley esgrimieron sobre todo razones de dudosa moralidad, negando o evadiendo el punto esencial del debate que es si el Estado tiene derecho y potestad a intervenir programática y sistemáticamente con fondos públicos en el asesinato de personas en el vientre materno, además de presionar a los médicos a hacerse cómplices de este sistema derrotista.
Sí, en el fondo, la ley de aborto sería una declaración pública de derrota de la razón, de la conciencia y de la libertad, lo más elevado y profundo que tiene el ser humano para dar a la civilización. Lo estamos viendo en la crisis cultural de Europa y algunos nos quieren vender caro ese espejito con mentiras y manipulaciones.
Las presiones de las empresas multinacionales que lucran con el aborto se hicieron sentir, varios medios de comunicación no enfocaron con imparcialidad los hechos, ni dieron cuenta de la realidad cuando esta les expuso abiertamente el sentir de la mayoría del pueblo argentino, “de a pie”, en este tema: “Salvemos las dos vidas”. La madre y el hijo valen el esfuerzo.
Esta es solo una batalla ganada de muchas de la verdadera guerra de poderes que abierta y también ocultamente se está librando hoy en el mundo.
Si la vida del ser humano se relativiza en una de sus etapas más vulnerables y se sistematiza su eliminación como si de un derecho de los adultos que deberían tutelarlo se tratara, el derrotismo posmoderno, el nihilismo y su cinismo habrán marcado definitivamente su territorio cultural, su “colonización ideológica” en palabras del papa Francisco.
Para muchos pragmáticos es una meta de desarrollo sostenible. Para los humanistas, para la gente que tiene sentido común, para la resistencia cultural esto no es así. El desarrollo para el hombre jamás puede implicar la eliminación de otros hombres, aunque ganemos dinero y estatus financiero.
Nuestra vida de hecho no está asegurada por los bienes económicos, vale la pena resistir y apoyar los caminos alternativos de ayuda a la mujer, de protección a los niños desde el vientre materno, de legislaciones más severas para los abusadores…. De eso depende en gran medida nuestro bienestar y nuestro futuro.