20 jun. 2025

De conversos, resentidos y gente peligrosa

Para tapar o desviar la atención sobre la ineptitud gubernamental, Duarte Frutos se ha lanzado a una desenfrenada carrera para desprestigiar a instituciones y sectores a los que no ha podido someter.

Por Oscar Ayala Bogarín
oayala@uhora.com.py

Se suele decir, y con justa razón, que no hay nadie más fanático que el converso, nadie más resentido que aquel que reniega de sus orígenes y nadie más peligroso que aquel que muda de convicciones.
A lo largo de la historia hay ejemplos palpables de estos casos: San Pablo fue un perseguidor de cristianos, luego se convirtió en apóstol de Cristo y, con San Pedro, sentó las bases de la Iglesia Católica; Adolf Hitler fue un enjuto, enfermizo y oscuro cabo austriaco que pasó a ser un ferviente propulsor de la raza aria, justamente él que nada tenía de fornido, rubio ni saludable; el escritor peruano Mario Vargas Llosa formó parte de las élites intelectuales de izquierda en las décadas del 60 y 70 para luego transformarse el más ácido crítico de sus ex compañeros y en el referente de la derecha latinoamericana.
Para qué ir muy lejos, en la historia paraguaya hay numerosos casos de conversos, resentidos y peligrosos que han marcado a fuego el devenir de este castigado país.
Desafortunadamente, estos siguen existiendo y están más presentes que nunca.
El país atraviesa por una etapa peligrosa para su desenvolvimiento institucional. Si bien para la ciudadanía la democracia tiene poco valor –por sus escasos resultados– sigue siendo un bien que la sociedad debe preservar para tentar un progreso con libertad.
En esta coyuntura quien pone en riesgo la institucionalidad y la tranquilidad social es el propio presidente de la República. Este, en distintos momentos de su vida, se declaró católico, demócrata y campesino, pero que hoy obra en contra de esas creencias, principios y condición.
Es real que cinco años son insuficientes para transformar un país devastado, pero también es real que en tres años y medio de gobierno no se ha demostrado capacidad para sentar las bases de una mayor justicia social.
Para tapar o desviar la atención sobre la ineptitud gubernamental Duarte Frutos se ha lanzado a una desenfrenada carrera para desprestigiar a instituciones y sectores a los que no ha podido someter.
Aprovechándose de la ignorancia y de las necesidades económicas insatisfechas de la población, arremete desaforado contra sectores productivos, la prensa y el Congreso.
Cebado por el poder y enceguecido por conservarlo, no duda en alentar la lucha de clases y la violencia social.
El presidente está jugando con fuego. Es un juego muy peligroso que puede terminar por quemarlo o incendiando el país.