Grandes escándalos que estallan en Argentina y Perú, mientras ex presidentes centroamericanos se enfrentan a la justicia. América Latina es sacudida una vez más por una ola de casos de corrupción que alimenta la percepción de vivir en el cuento de nunca acabar. Aunque hay razones para la esperanza, dicen los expertos.
En Argentina, unos cuadernos escolares han sacudido por algunos días a políticos y grandes patrones empresariales. Óscar Centeno, el chofer de un ministro durante las administraciones de la era Kirchner, anotó meticulosamente las decenas de millones de dólares pagados entre 2005 y 2015 a sus gobiernos por ejecutivos privados para obtener contratos públicos. Varios funcionarios de alto rango y ejecutivos corporativos están entre rejas y Cristina Fernández, presidenta de 2007 a 2015 y ahora senadora, pasó brevemente ayer por el juzgado donde se negó a declarar.
En Perú, la difusión de grabaciones, unas grabaciones a principios de julio situó al sistema judicial en el ojo del huracán. En los audios se escucha a jueces negociando las sentencias de acusados. El ministro de Justicia, Salvador Heresi; el presidente del Tribunal Supremo, Duberli Rodríguez, y el presidente del Consejo de la Judicatura, Orlando Velásquez, quien nombra a los jueces y fiscales, se vieron obligados a renunciar.
Desde el ex presidente brasileño Luiz Inacio Lula Da Silva a los últimos 4 mandatarios de Perú, actualmente en la región latinoamericana “hay una docena de ex presidentes en la cárcel, fugitivos, involucrados o destituidos en casos de este tipo”, aseguró el abogado peruano José Ugaz, ex presidente de la ONG anticorrupción Transparencia Internacional. “En América Latina tenemos una historia de corrupción. Siempre van a haber casos, está en la naturaleza del ser humano”, admite Raúl Ferro, del Centro para la Apertura y el Desarrollo de América Latina (Cadal), que sin embargo se dice optimista, sin ser ingenuo.
“Lo importante es que cada vez es más difícil hacerlos y cada vez es más fácil denunciarlos. Los escándalos permiten tener pequeños avances”, opina. “Ojalá que no termine como la Primavera Árabe, en un fogonazo. La población tiene que mantenerse alerta”, advirtió el abogado. afp