Las favelas de Jacarezinho, con 90.000 habitantes, y la de Muzema, servirán como laboratorio para un nuevo programa que combina seguridad y proyectos sociales.
Si bien el gobernador Claudio Castro ha prometido cambiarle la vida a la población sacándola del yugo del crimen organizado, los especialistas se mantienen escépticos y denuncian el ensayo como espectáculo mediático en un año electoral. Todo comenzó con una demostración de fuerza. En la madrugada del miércoles, más de 1.200 hombres fueron desplegados en Jacarezinho, donde en mayo murieron al menos 28 personas durante la redada policial más sangrienta en la historia de Río.
Los residentes se refugiaron en sus casas, mientras hombres fuertemente armados y uniformados patrullaban cada callejón de construcciones precarias y bosques de cables eléctricos que a veces cuelgan hasta el suelo. Este distrito ubicado en el norte de Río es uno de los bastiones del Comando Vermelho (comando rojo), una banda de narcotraficantes que ha estado sembrando el terror desde finales de la década de 1970.
Otros policías fueron enviados a Muzema, donde los residentes viven bajo la tutela de las milicias paramilitares que los extorsionan para que les proporcionen servicios como gas o internet.
En junio de 2019, 24 personas murieron en este distrito del oeste de Río cuando se derrumbaron dos construcciones ilegales.
Esta masiva operación de “reconquista”, como la describió Castro, tomó a todos por sorpresa, incluso al alcalde de Río, Eduardo Paes, quien dijo que solo había sido advertido “la noche anterior”.
El sábado, el gobernador dio a conocer detalles de su programa, “Cidade Integrada” (ciudad integrada). Contrario a las versiones de que pronto se ejecutarían nuevas operaciones a gran escala en otras favelas, Castro anunció que, inicialmente, el programa solo involucraría a Jacarezinho y Muzema. “Solo pensaremos en implementar el programa en otras favelas cuando este en pleno funcionamiento en estas dos localidades piloto”, explicó. AFP