16 feb. 2025

Con el desafío del crecimiento, Lula inicia su segundo período

Luiz Inácio Lula da Silva asume mañana la presidencia de Brasil por otros cuatro años y los movimientos sociales están dispuestos a cobrarle en la calle sus renovadas promesas de construir un país más justo.

Este ex dirigente sindical ofrece ahora usar la economía para darle un giro a una de las sociedades más desiguales del mundo.

Durante su primer mandato presidencial, Lula logró exhibir mejorías en los principales indicadores de pobreza gracias a la estabilidad económica y a una serie de programas de subsidios directos.

El programa denominado “Bolsa Familia”, su bandera social durante cuatro años, beneficia hoy a 11 millones de hogares que reciben mensualmente al equivalente a unos 45 dólares a cambio de enviar a los niños a la escuela y vacunarlos en el precario sistema público de salud.

Ese dinero alcanza para comprar alimentos básicos y sacar a esas familias del renglón de “pobreza extrema”, donde todavía gimen otros 26 millones de personas.

Pero más allá de las estadísticas, la pobreza en todas sus variantes sigue siendo un desafío silencioso para Lula.

En un país sin agitación política, poco adepto a las manifestaciones masivas distintas a las del fútbol y el carnaval, los gobiernos federales están prácticamente blindados a las protestas callejeras.

La capital federal, Brasilia, es una isla en la tierra firme de la planicie central brasileña a donde los únicos gritos que llegan son los de las ocasionales marchas convocadas por algunas organizaciones sociales alentadas por la iglesia católica, los campesinos, indígenas, intelectuales de izquierda y sindicados.

Desde que asumió la presidencia en enero de 2003, Lula ha contado con el respaldo a regañadientes de diversos sectores y partidos, como la Coordinación de los Movimientos Sociales (CMS), una variopinta red nacional de organizaciones, que sigue reclamando un giro y “medidas drásticas y efectivas” para ayudar a las camadas más pobres de la población, que lo eligieron.

Según la CMS, “es necesario que el Estado sea un agente de justicia social y use sus políticas para combatir la pobreza, la desigualdad y el desempleo, las tres mayores llagas sociales que afligen a nuestro pueblo”.

Entre las organizaciones sociales, el Movimiento de los Sin Tierra (MST) se mantiene como la voz más crítica, que cuestiona la política económica y la falta de una reforma agraria efectiva.

“Es hora de cobrar y exigir las mudanzas políticas que atiendan los intereses del pueblo”, mantiene el MST, uno de cuyos líderes nacionales, Joao Paulo Rodrigues, ha recalcado que no han dado “ningún cheque en blanco” a Lula.

“Este segundo mandato será marcado por movilizaciones sociales de los Sin Tierra y de los movimientos sindicales y estudiantiles en torno al debate de un nuevo proyecto popular para Brasil”, dijo el dirigente a la revista oficial del MST.

Una reciente encuesta del Instituto Ibope reveló que los principales problemas de los brasileños son salud, empleo, seguridad pública, educación y combate a la corrupción.

Son las mismas demandas de hace cuatro años, aunque ahora ha variado el orden, y la salud pasó del tercero al primer lugar entre las necesidades de los brasileños, mientras que el “combate al hambre y la pobreza” pasó del segundo al cuarto.

“Este resultado se debe al hecho de que el gobierno Lula ha elegido el combate al hambre y a la pobreza como su prioridad, inmediatamente después de la elección de 2002", según el Ibope.

El sistema único de salud de Brasil está saturado y es insuficiente, la previsión social hipertrofiada y eternamente deficitaria, mientras la educación pública es de pésima calidad.

Esos problemas a la vez evidencian que las estadísticas de reducción de la pobreza no se reflejan exactamente en mejores condiciones de vida, según los críticos.

El oficial Instituto Brasileño de Geografía y Estadísticas (IBGE) contraataca con recientes números que indican que entre 2000 y 2005 la mortalidad infantil cayó el 14,3 puntos, desde el 30,1 al 25,80 por cada mil nacidos vivos, y la expectativa de vida promedio aumentó a 71,9 años, 1,44 más que hace cinco años.

El gobierno atribuye estas mejorías a un mayor acceso a los servicios de salud, al aumento de las consultas y a campañas de vacunación que cubren a un 95 por ciento de los brasileños.

También a la mejor escolaridad, pues de los 56,5 millones de alumnos en la educación básica, 49 millones están en la red pública. según el IBGE. (EFE)