Celebramos ayer el Santo ára de Ignacio de Loyola y todos los años al llegar esta fecha escribo un artículo en recuerdo y agradecimiento a la persona que, en su seguimiento de Jesús, inspiró mi proyecto de vida.
Este año me voy a fijar en lo que encierran dos términos esenciales: compañeros de Jesús.
Ignacio de Loyola insiste en poner en el centro de la vida y como inspiración de todos los cristianos: la persona de Jesús.
Cada época desde su cultura nos ha mostrado al Jesús más cercano a ella. Eso quiere decir que a medida que pasaron los años, cada vez más, Jesús es alguien más personalmente viviente en más aspectos entre sus seguidores.
Estamos ahora en una época de transición y con ello de síntesis de todo lo que ha sido Jesús en veintiún siglos. Y al mismo tiempo descubriendo lo nuevo que se viene. Jesús siempre es actualidad.
El papa Francisco está como abriendo el camino de los pobres como la realidad del Reino en el futuro.
El segundo aspecto es el de “compañeros”. Es la planta del grano de mostaza sembrado por Jesús y creciendo en cada siglo.
Ignacio le añadió algunos matices a este término, que en esta época de cambio, son parte en lo nuevo que se viene.
Es súper importante en todo cristiano la unión personal con el Dios de Jesús. Esto es capital y de allí brota inspiración, fuerzas, rebelión y avance.
Pero lo de compañeros añade que esto ya no lo vivimos solos en la adhesión con Dios y en el caminar luchando por su causa. Cada día se nota más (y se nota por la carencia que tenemos a todos los niveles) que hemos de avanzar en grupos (comunidades en clave religiosa), “importando en ellos, más que el tamaño, la continua conexión y la común unión con Jesús y con otros muchos”. (P. Oliva)