Ahora es un momento especialmente propicio para que examinemos cómo luchamos contra las propias pasiones, los defectos, el pecado, el mal carácter... Esa lucha “es fortaleza para combatir las propias debilidades y miserias, valentía para no enmascarar las infidelidades personales, audacia para confesar la fe, también cuando el ambiente es contrario.
“Hoy, como ayer, del cristiano se espera heroísmo. Heroísmo en grandes contiendas, si es preciso. Heroísmo –y será lo normal– en las pequeñas pendencias de cada jornada”.
En nuestro andar hacia el Señor no siempre venceremos. Muchas derrotas serán de escaso relieve; otras sí tendrán importancia, pero el desagravio y la contrición nos acercarán más a Dios. Y comenzaremos de nuevo, con la ayuda del Señor, sin desánimos ni pesimismo, que son fruto de la soberbia, sino con paciencia y humildad para empezar una vez más aunque no veamos fruto alguno.
En muchísimas ocasiones oiremos al Espíritu Santo: Vuelve a empezar..., sé constante, no importa el reciente fracaso, no importan todas las experiencias negativas anteriores juntas..., vuelve a empezar con más humildad, pidiendo más ayuda a tu Señor.
En lo humano, la genialidad es fruto, normalmente, de una prolongada paciencia, de un esfuerzo repetido incesantemente y mejorado sin cesar. “El sabio repite sus cálculos y renueva sus experiencias, modificándolas hasta dar con el objeto de sus investigaciones. En el camino que conduce a Dios, “dormir es morir”.
El desánimo, que lleva siempre en sí mismo un punto de soberbia y de excesiva confianza en uno mismo, induce al abandono de los propósitos y metas que el Espíritu Santo sugirió un día en la intimidad del corazón.
(Frases extractadas del libro Hablar con Dios, de Francisco Fernández Carvajal)