Domingo|23|NOVIEMBRE|2008 - estelaruizdiaz@uhora.com.py
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El calendario marca hoy los 100 días de gestión de Fernando Lugo.
No estamos hablando de un Gobierno más, atendiendo a que en Paraguay tuvimos (y sufrimos) seis décadas de gobierno colorado, incluyendo una dictadura de 35 años.
Estamos hablando de una administración totalmente nueva dirigida por un ex obispo de fuerte perfil social y admirador de la Teología de la Liberación, que llegó al poder gracias a una alianza de partidos y movimientos sociales de todos los colores.
La expectativa exagerada y la desbordada esperanza, entendida tras la larga hegemonía colorada, quizás sean hoy los peores enemigos de Lugo, quien está compelido a satisfacer las demandas ciudadanas en menor tiempo que sus antecesores.
Los 100 días no son suficientes para dar las mínimas soluciones a los graves problemas del país, pero sí valen para saber, a partir de las señales que se lanzan desde el Palacio de Gobierno, hacia dónde apunta la nueva administración.
En este sentido, no se han tomado decisiones políticas o económicas llamativas o controvertidas. El escenario estuvo ganado más por el debate que la acción.
Intentaremos desgranar los temas clave durante este tiempo.
EL CAMPO EN LA CIUDAD. El tema social, sobre todo la reforma agraria, se instaló a fuerza de marchas y ocupaciones como la agenda principal de estos 100 días, en gran medida por la inclinación del presidente hacia los campesinos, que incluso le valió el mote de “instigador” de ocupaciones de tierras. Como principal medida creó el Consejo de Reforma Agraria, donde la dirigencia campesina es la protagonista. Esta decisión bajó los decibeles en cuanto a las protestas campesinas. No se puede decir lo mismo de la vereda de enfrente. Los sojeros y los ganaderos están en pie de guerra porque creen que el presidente hizo clara opción por los labriegos. Es un tema controversial y si el Gobierno no logra un equilibrio en sus recetas, podría generar chispas de desestabilización.
En este debate, no aparecieron los partidos políticos planteando soluciones. Los líderes campesinos se “empoderaron” del tema ante la ausencia de la clase política, cuya imagen va en franco deterioro.
RONCHAS POLÍTICAS. Fernando Lugo mostró sin reparos tener más afinidad con los sectores sociales que con los partidos políticos. La pésima relación con el vicepresidente Federico Franco es una prueba. No tendió puentes con el Congreso donde mandan los partidos. De hecho, Franco hizo mal las tareas desde el principio, ya que las veces que pudo marcó distancia y diferencias con el mandatario. Aunque su cargo es bastante modesto en materia de atribuciones, se dio aires presidenciales quizás pretendiendo un “doble comando”. Pensó, erróneamente, que un outsider como Lugo iba a recostarse en él por representar al PLRA, su principal aliado. No fue así, ya que el presidente lo trata casi con desdén. El epílogo de esta historia depende de cómo se resuelve la interna liberal.
Aún es un misterio si el Congreso será una traba o cooperará con el nuevo Gobierno. Hasta ahora, el Poder Ejecutivo no ha enviado proyectos de ley controvertidos para medir odios o amores.
La ANR, como era de esperarse, cayó en una profunda crisis de liderazgo de la que intenta remontar. Coincidentemente con esos 100 días, hay un reencuentro entre nicanoristas y castiglionistas. En materia de divorcios y renovados votos de amor, los colorados son insuperables. Y si llegan a una unidad granítica será un problema para la gobernabilidad teniendo en cuenta que con los oviedistas hacen mayoría en el Parlamento.
TRAS LA JUSTICIA. Tras confirmar que no tiene la mayoría necesaria en el Congreso para impulsar cambios en la Corte Suprema y la Fiscalía General del Estado, Lugo apeló a su “brazo popular” para iniciar un proceso de desgaste de la Justicia. Los movimientos sociales, entre los que resaltan campesinos y sintechos, vienen realizando movilizaciones en todo el país. Hasta ahora, las protestas son casi simbólicas y polémicas, pero más allá de la capacidad movilizadora, la estrategia es mantener en la agenda política la necesidad de una depuración.
De hecho, el cambio judicial es imperioso, de lo contrario de nada servirá la lucha contra la corrupción que este Gobierno viene realizando con resultados óptimos. La Justicia puede ser el búnker de la impunidad si los actuales jueces siguen sin tomar nota de los nuevos vientos.
En fin, los primeros cien días no fueron impactantes, pero tampoco intranscendentes.
No significa tampoco que se acaba el tiempo de enamoramiento de la ciudadanía y su presidente, al que sin dudas hay que seguir dando aliento para evitar la vuelta de los brujos.