24 jun. 2025

CIEGO, SORDO, MUDO

Mi cristal

Fernando Lugo está acosado. Le acosan las eternas necesidades insolucionables a corto y mediano plazos, las necesidades solucionables pero políticamente comprometedoras, las exigencias facciosas e interesadas de amigos y enemigos, una izquierda con pretensiones dudosamente salvadoras, una derecha destituyente, sus escándalos personales y una displicente gestión presidencial.

Por el momento responde a este panorama complicado de la peor forma: con autismo político.

Ha bombardeado los puentes que, mediante el diálogo, pretendió tender hacia los demás sectores políticos, en especial la oposición.

Cada vez más se recuesta en una izquierda entusiasta, pero carente de un poder real de convocatoria (más allá del apoyo circunstancial de las masas campesinas afines) y de un peso político específico y útil en instituciones políticas claves, como el Congreso.

Ahora está comenzando a cerrarse a la opinión pública. En sus apariciones protocolares se aísla de la prensa y de las preguntas incómodas.

El periodismo no busca acercarse al presidente para vender más diarios (sus escarceos íntimos cansan enseguida), sino para cumplir una de sus funciones primigenias: ser un nexo entre las respuestas del poder y los cuestionamientos ciudadanos. Obviamente, no solamente la prensa sirve para este fin.

En las actuales circunstancias no le conviene al presidente aislarse, perder contacto con la realidad -uno de los peores venenos del poder-, ya que está asediado por las eventuales repercusiones negativas del caso Fidel Zavala, la falta de acciones concretas y -más allá de sus torpezas- una campaña orquestada para acortar drásticamente su presidencia.

Lugo sigue teniendo plena legitimidad y está a tiempo de rectificar rumbos (o mostrar que tiene uno viable) y evitar un desenlace traumático para su presidencia y nuestra democracia, la que sigue con sus pecados de juventud y sobre la cual no termina de disiparse el peligro de la involución.

El país necesita de un líder y no de un obispo que solo responde, en el mejor de los casos, a su conciencia y a Dios.