Por Miriam Morán
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La peluquería es uno de esos lugares en los que se puede medir la temperatura de una parte de la opinión pública. Y es que las mujeres hacen una especie de catarsis colectiva en el salón de belleza.
Ayer Fernando Lugo habrá pensado que tenía la oreja caliente por culpa de Lula, quien se “acordó" de él a raíz de las ocupaciones de tierra de los brasiguayos. Ni se le habrá ocurrido que el calor provenía de las críticas de algunas mujeres, la mayoría profesionales independientes, que mientras se hacían las manos, le cuestionaban que se “pase viajando”.
A juzgar por los comentarios en la pelu, las misiones internacionales del presidente se interpretan como viajes de placer, de relax, de huida de los problemas, pero no como positivos o productivos para el país y su gente.
Tras los primeros misiles vinieron otros. Uno de ellos aludía a la postura “indefinida” del mandatario. Decían que hasta ahora no se sabe muy bien hacia dónde va su plan; y una más radical acotó “si es que tiene uno”.
Hubo, sin embargo, un sector que fue más vapuleado que el presidente: los parlamentarios, y en especial los diputados del interior que pidieron más dinero para pagar su alquiler.
Caraduras, sinvergüenzas, aprovechados fueron algunos de los adjetivos más políticamente correctos que se escucharon en contra de los representantes del pueblo.
Ninguna podía creer que 17 millones de guaraníes, más 3 millones para combustible no fueran suficientes para los diputados. Y si bien entendían que los del interior debían mudarse a la capital, no les entraba en la cabeza que el dinero que reciben hoy no les alcance para vivir dignamente.
La hermana del presi también recibió “flores” en la pelu. Hubo quien recordó sus palabras cuando le consultaron si cambiaría su look al asumir como primera dama. Ña Meche había dicho que mantedría su estilo sencillo y austero, porque no soportaría estar vestida elegantemente mientras sus niños de la calle andaban descalzos.
Ahora las fotos la muestran mucho más elegante que cuando era simplemente Ña Meche, y los niños siguen descalzos, como antes.
Su desplazamiento con escoltas que se abren paso con sirenas fue otro punto muy cuestionado. "¿Por qué tanto ruido para tan pocas nueces?”, decían las chicas.
A esta altura de la charla las señoras no tuvieron más remedio que coincidir con el hasta ese momento resistido Camilo Soares: la existencia del Despacho de la Primera Dama no tiene sentido.
Y es que casi todos sabemos que los niños de la calle, los pobres y los enfermos tienen que ser sujetos de una política de Estado y no de la sensibilidad o interés de la primera dama de turno.
Cuando volví a casa fui recibida como lo hacía el Chavo con Doña Florinda: ¿El salón de belleza estaba cerrado? Me miré al espejo y tenía los pelos de punta. Parece que ni el secador pudo con los comentarios y verdades expuestos en el catársico recinto.