A partir del día de hoy, Horacio Cartes transita su último mes de gobierno y, por lo tanto, es un momento oportuno para observar el camino recorrido y evaluar lo bueno y lo malo que ha hecho.
Una evaluación en profundidad excede, por lejos, el breve espacio de un artículo como este, por lo que voy a centrarme en los dos aspectos que a mi criterio han sido los más importantes: la infraestructura y las instituciones.
Desde la llegada de la democracia en el año 1989 hasta el año 2013 en que asume Cartes la presidencia, el Paraguay había invertido muy poco en infraestructura. Toda nuestra generación de energía, todas nuestras rutas y nuestros puentes más importantes fueron construidos durante la dictadura de Stroessner.
En contrapartida, en este mismo periodo, nuestra población se había incrementado de un poco más de cuatro millones a casi siete millones de habitantes y nuestro producto interno bruto (PIB) se había elevado de 4.000 millones a 29.000 millones de dólares. Esto explica, en parte, por qué existen congestión y embotellamiento de vehículos en nuestras rutas y puentes, y por qué nuestro sistema eléctrico se encuentra colapsado.
Fueron muchos años en los que la inversión del Estado paraguayo en infraestructura estuvo por debajo de los 300 millones de dólares por año, y desde la asunción de Cartes, esta cifra fue subiendo año tras año, llegando a los casi 800 millones de dólares el año pasado. Durante el gobierno de Cartes no solamente se incrementó la inversión del Estado, también se aprobaron leyes, como la de Alianza Público-Privada y la de Llave en Mano, que permitieron la participación privada en obras públicas de infraestructura.
Pero así como lo bueno que hizo el gobierno de Cartes ha sido en la “i” de infraestructura, lo malo lo encontramos en la “i” de instituciones; porque así como ha sido el mejor de la era democrática en infraestructura, ha sido el peor en el respeto a las instituciones y en la construcción de aquellas que nos permitan vivir en democracia y en un Estado de derecho. Cuando decimos instituciones nos estamos refiriendo a reglas, como la Constitución y las leyes que regulan el comportamiento de los miembros de una sociedad permitiendo la convivencia pacífica entre ellos; también nos estamos refiriendo a organizaciones, que son las encargadas de elaborar esas reglas, como es el Poder Legislativo, y de castigar a los que no las cumplen, como es el Poder Judicial.
El gobierno de Cartes llegó más lejos que los anteriores que le precedieron en el atropello a la Constitución Nacional con su intento de reelección presidencial; llegó más lejos que los anteriores en el control del Congreso y del Poder Judicial por medio del prebendarismo y la cooptación política; llegó más lejos que los anteriores en socavar las instituciones del Poder Ejecutivo al instalar un poder paralelo a cargo de los gerentes de sus empresas.
Hoy casi todas las instituciones de la República están destruidas. Por eso todas exigen reformas y más reformas... reforma a la Constitución, reforma del Poder Judicial, reforma del Congreso, reforma del sistema electoral. Aunque todos nuestros gobiernos democráticos son responsables de este hecho, fue el gobierno de Cartes el que ha contribuido con más fuerza y audacia a ese deterioro.
Mi apreciado amigo José Cantero dice que para que el Paraguay pueda avanzar en un verdadero proceso de desarrollo se requieren varias “i”, como instituciones, infraestructura, inteligencia (educación), industrialización, inversión, inclusión e imagen.
Todas son importantes, se complementan y son interdependientes, pero creo que cada vez son más importantes las que no se ven con los ojos, como las instituciones, la inteligencia y la imagen.
“Lo esencial es invisible a los ojos”, decía Antoine de Saint-Exupéry, en su libro El Principito.
El gobierno de Cartes hizo bien lo visible, que es la construcción de infraestructura, pero hizo mal lo invisible, que es construir buenas y sólidas instituciones.