20 abr. 2024

Cambio real

En setiembre de 2015, un grupo de jóvenes hartos de la corrupción en la Universidad Nacional de Asunción se unieron y lograron la salida del entonces rector Froilán Peralta.

Unos meses más tarde, en 2016, un grupo de estudiantes secundarios se manifestaron y lograron la renuncia de la entonces ministra de Educación, Marta Lafuente.

Otro grupo de alumnas de la educación media denunciaron hace poco el acoso sexual por parte de sus compañeros, quienes les toman fotografías debajo de la pollera del uniforme estudiantil que luego postean en redes sociales. Esto motivó a su vez que varias mujeres, de todas las edades, comenten su experiencia sobre el acoso sexual en las calles y puestos de trabajo.

A esto se suman los jóvenes pertenecientes a una federación de estudiantes que se suman a las protestas en todo el mundo en contra de la contaminación ambiental y exigen al Gobierno de Mario Abdo y a la sociedad tomar medidas urgentes con respecto al cambio climático.

Estos son solo algunos ejemplos de lo que esta generación está haciendo por construir un mejor país para todos.

Aunque mucho se habla deque se está incubando una generación “ni-ni” (ni estudia ni trabaja), los jóvenes están demostrando que ya no están dispuestos a callar la explotación laboral, la inacción gubernamental relacionada con el medioambiente o la corrupción imperante en instituciones relacionadas con la educación.

Son innumerables los grupos de jóvenes que trabajan en sus comunidades para limpiarlas de la basura o contribuyen con labores sociales.

En un momento en que muchos ven solo lo negativo de la nueva generación, es bueno destacar el trabajo que están haciendo.

Más conscientes del mundo que recibieron, exigen cambios puntuales y no cesan en sus reclamos hasta que no vean cumplidos sus objetivos.

Para quienes padecimos la parte final de la dictadura de Alfredo Stroessner y vivimos el despertar democrático con cierto temor a levantar la voz, ver cómo los millenials y centennials luchan por reivindicaciones para una vida mejor provoca una renovada ilusión.

Mientras nuestros padres y nosotros teníamos como objetivo lograr la estabilidad laboral, aún a costa de sacrificios personales y familiares, los millenials y centennials negocian horarios y salarios acordes a su ritmo de vida, y si no están conformes no tienen problemas en renunciar.

Buscan ambientes laborales y educativos que les ofrezcan una calidad de vida mejor.

Además, entienden que para combatir la contaminación ambiental no se puede solo aguardar una acción gubernamental y contribuyen limpiando y no ensuciando con basura su entorno.

Resulta esperanzador saber que en pocos años, será esta la generación que tendrá un lugar en la toma de decisión política del país, que serán quienes ocuparán el Congreso Nacional, el Poder Ejecutivo y el Poder Judicial con una mentalidad diferente.

Y sobre todo, genera optimismo saber que lograrán mejorar la inversión en educación y salud, que priorizarán el desarrollo humano por encima de la apetencia empresarial que utiliza a sus recursos humanos como números para engordar su cuenta bancaria.

De toda la sociedad depende seguir apoyándolos en sus luchas e instarles a no decaer ante la podredumbre que encuentran.

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