Pasaron 22 años para que se produzca un cambio de obispo en la Diócesis de Caacupé, una de las principales jurisdicciones espirituales de la Iglesia Católica en Paraguay. La Virgen Serrana y la Basílica lo hacen un sitio especial.
Cada 8 de diciembre miles de peregrinos llegan hasta ese lugar para venerar a la Inmaculada y participar de la misa central en su honor, cuyas homilías suelen ser el centro de atención y muchas veces la preocupación de las autoridades de turno.
Una de las particularidades de la celebración religiosa de este año será el estreno del obispo Ricardo Valenzuela, que asumió el cargo el pasado mes de julio tras el retiro de Claudio Giménez, quien al cumplir 76 años tomó la decisión de dejar el cargo para descansar.
“Ser obispo de Caacupé es una gracia muy grande y llena mucho a la persona. Es una experiencia única y maravillosa estar a disposición de la madre de todos los paraguayos”, afirmó el religioso que estuvo por 22 años al frente de esa Diócesis.
Giménez comentó que el momento más importante de su vida religiosa y como obispo de Caacupé fue la visita del papa Francisco en Paraguay el 10 y 12 julio del 2015. El Sumo Pontífice se trasladó hasta la capital espiritual para presidir una multitudinaria misa.
Su segundo momento más importante fue la culminación de las obras en el Santuario. Quedó conmovido con la dedicación que le ofrecieron los feligreses a los trabajos, según expresó en una entrevista con radio Monumental.
También recordó momento de crisis con el poder como en la administración de Fernando Lugo, quien desde el primer momento tuvo a un sector de la iglesia alejado, pues varios sacerdotes no aceptaban que dejara las sotanas para ejercer la Presidencia del Paraguay.
QUINTO OBISPO. Ricardo Valenzuela se convirtió históricamente en el quinto obispo de la Diócesis de Caacupé.
El primero fue el monseñor Ismael Rolón y el segundo quedó a cargo de Demetrio Aquino. Posteriormente fue nombrado como encargado de despacho el obispo Eustaquio Pastor Cuquejo y luego asumió Claudio Giménez.
“Deseo compartir con ustedes las esencias o los olores que me gustaría ofrecer y percibir en mi paso pastoral por esta bendita tierra cordillerana de la Virgen Serrana a la que la voluntad del señor me ha enviado, abriendo mi alma al Espíritu Santo, el gran perfumista de la Iglesia” fueron las primeras palabras de Valenzuela.
Para el religioso, el obispo debe ser un experto rastreador de ovejas perdidas y que debe tener ese osfalto misionero para encontrarlas y llevarlas de nuevo a su rebaño, de donde nunca debieron de haber salido.