El presidente brasileño, Jair Bolsonaro, celebró ayer sus primeros 1.000 días en el Gobierno “sin corrupción” y, con un cierto tono electoral, advirtió sobre un posible regreso al poder del ex mandatario Luiz Inácio Lula da Silva.
El discurso de Bolsonaro por sus 1.000 días en el cargo estuvo salpicado por claras referencias a las elecciones que se celebrarán el 2 de octubre de 2022, en las que muy probablemente aspirará a un segundo mandato, aunque todas las encuestas sostienen que las cosas se le pondrán muy cuesta arriba.
Según recientes sondeos, Bolsonaro tendría el voto de cerca del 30% del electorado, pero los comicios serían ganados con holgura por Lula, su mayor antagonista político, a quien no citó por su nombre en el discurso y que superaría el 50%.
En la celebración de los 1.000 días, el líder de la ultraderecha hizo varias alusiones a los escándalos de corrupción que implicaron en el pasado tanto a Lula como al Partido de los Trabajadores (PT) y aseguró que, en su Gobierno, esas prácticas ilícitas pueden “no haber sido eliminadas”, pero se “avanzó mucho” para combatirlas.
“Tenemos 1.000 días sin corrupción. Obviamente que no se eliminó. Pero si la hubiera, tomaremos las medidas necesarias”, pues “este Gobierno no lo tolera” y ha “mejorado mucho” el combate a esas prácticas ilegales, garantizó.
Aun así, citó investigaciones que lo afectan tanto a él como a cuatro de sus hijos, pero aseguró que “nada” puede comprometerlos.
“No es fácil. Se meten con mi familia. Hay algún proceso, alguna investigación, pero no tienen nada”, declaró el mandatario, que es investigado por posibles irregularidades en negociaciones de vacunas anti-Covid y alentar actos antidemocráticos, entre otros asuntos. EFE