Por su parte, doña Juliana Salcedo (92) –quien hace 70 años se instala en las inmediaciones de la Basílica para vender la tradicional chipa– calificó al movimiento de ventas como regular. “Cada año aumenta la cantidad de gente. Lo que falta es la plata, porque no compran mucho”, explicó la mujer, quien viene desde Azcurra, compañía de Caacupé.