18 abr. 2024

Avy’áva ningo che

Mario Rubén Álvarez

Con Emiliano R. Fernández se da un fenómeno casi único en la literatura popular paraguaya: después de fallecido, sus obras siguen siendo musicalizadas por diversos compositores. Esta faceta del poeta lo engrandece aún más porque significa que sus creaciones abandonan la condición de texto para volar en alas de la música y, de ese modo, continúan siendo divulgadas.

El músico y compositor José Calazán Centurión Vega –nacido en Franco Isla (Ka’apukumi), distrito de Carapeguá, el 27 de agosto de 1959– rescata de modo sistemático expresiones de nuestra cultura, de la música en particular. Heredero de la memoria del músico y compositor Mauricio Medina, tío suyo, contribuye con eficacia a salvar del olvido obras de Emiliano que, al ser grabadas, quedan en un registro perdurable.

La cultura popular se mueve en el círculo de la oralidad. Tal como hacían los chamanes guaraníes con los que iban a seguir dando vida a su sabiduría cuando fallecieran, los padres mestizos transmitían sus saberes a sus hijos. Por extensión, los tíos a sus sobrinos, los abuelos a sus nietos y, en fin, los mayores a los menores. En la palabra queda salvaguardada la memoria colectiva.

Esa forma de conexión boca a boca permite que no se pierdan los conocimientos que, de otro modo, hubieran desaparecido al dejar de existir sus portadores. Lastimosamente, con la revolución de las comunicaciones que giran en torno al teléfono móvil, el interés de los jóvenes hacia los contenidos tradicionales de las comunidades va en franco declive, dicho con optimismo.

Lo que aquí se relata permitirá ilustrar la vivencia de alguien que es depositario de poemas populares que son recogidos por un compilador, que, en este caso, no solo rescata un texto, sino que lo musicaliza y graba en disco. Este último es Centurión Vega.

“De niño primero, de cachorrón después, yo andaba entre mis tíos con mi guitarra y ya cantando algunas cosas en medio de ellos. Sobre todo, aprendía con ellos. Una particularidad de mis tíos es que ellos tenían en la cabeza, en la memoria, las letras de las canciones que cantaban. Yo les escuchaba cantar o les pedía que me recitaran para poder copiarlas y aprender también”, cuenta José Calazán desde Carapeguá.

“Mi tío Ciriaco Vega, hermano de mi mamá, era un gran memorizador de poesía. Sabía muchísimas y las recitaba cuando se le pedía o en actos públicos, entre la gente. A él yo le escuché decir los versos de Avy’áva ningo che. Me dijo que su autor fue Emiliano R. Fernández. Copié la letra alrededor de 1990 y más o menos entre 1992 y 1993 hice una polca”, recuerda.

La fuente

Ese poema está en el libro Biografía y obras completas de Emiliano R. Fernández (compilador no identificado, Asunción, 2012, editorial Servilibro, pps. 168-169) con el título de Avy’áva niko che. Consigna que fue escrito en Kumbarity (compañía de Villeta, Departamento Central, el 12 de octubre de 1937). El texto que aquí se publica se basa en la grabación de José Calazán Centurión Vega hecha en su disco Los compuesteros de Carapeguá, compuestos históricos y Emiliano R. Fernández (sello BlueCaps, 2015). Ambos textos coinciden en general, con ligeras diferencias entre uno y otro.

“Me gustó la poesía porque allí Emiliano se queja de los que piden al músico que le interprete una obra y luego no le hacen caso. O los músicos están tocando y la gente está en otra cosa, sin darle importancia a lo que se canta. Eso sucedía antes, pero también ahora. Lo que dice el poeta sigue siendo actual”, concluye José Calazán Centurión Vega.

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