26 ene. 2025

Año electoral y en recuperación económica exige responsabilidad

El año 2023 será un gran desafío económico para el país por ser un año electoral. Si bien se espera un desempeño positivo para el país, el mundo y la región continúan sufriendo los efectos de la pandemia y de la guerra entre Rusia y Ucrania. Como riesgo adicional se agrega la crisis climática, con importantes efectos en la economía paraguaya, altamente vulnerable a sequías y olas de calor. La dinámica electoral puede afectar a los resultados económicos por muchas vías. Esperemos que las autoridades económicas y políticas sepan dimensionar su responsabilidad y garantizar las condiciones de estabilidad y previsibilidad necesarias para que la economía sufra lo menos posible.

Para el año 2023 se espera un repunte económico, pero en un contexto regional e internacional todavía es muy volátil. Los países más grandes de la región entre los que se encuentran nuestros vecinos Brasil y Argentina crecerán alrededor del 1,2% y 0,5%, respectivamente, bastante menos que las proyecciones del crecimiento del PIB en Paraguay. Estos dos países son los principales socios comerciales y su cercanía afecta a las condiciones económicas internas.

La guerra, la persistencia de las derivaciones de la pandemia, los efectos de la crisis climática continuarán impactando las economías nacionales de manera directa y por la vía de los precios internacionales. Paraguay, al ser exportador e importador, se encuentra expuesto a las fluctuaciones de todas estas variables.

Al contexto externo que históricamente ha sido uno de los orígenes de nuestra volatilidad económica, el año 2023 enfrenta los desafíos de una política fiscal, instrumentalizada a través de un presupuesto público con cada vez mayores problemas para dar respuestas a las necesidades y derechos de la ciudadanía.

El presupuesto público actual es más el reflejo de intereses particulares que de un contrato social. Un gran número de funcionarios públicos que no solo no tiene carrera profesional, sino que además está partidizado. Esta mala combinación resulta en servicios públicos deficientes, riesgos de uso clientelar de recursos públicos, por parte de los funcionarios, abuso de poder y tiempo laboral destinado a apoyar las campañas proselitistas de quienes les consiguieron el trabajo.

Además del uso irregular de recursos públicos en las actividades electorales, se encuentra el financiamiento de las mismas con dinero ilícito. Hay suficientes ejemplos sobre los nexos entre narcotraficantes, contrabandistas, empresarios y políticos.

Las cadenas de favores preelectorales se convierten en deudas cuando ganan los candidatos, con lo cual todas las políticas públicas y no solo la fiscal están comprometidas. Los principales afectados son los ciudadanos, cuyas necesidades y derechos son puestos en último lugar para favorecer primero a los financistas.

Con este andamiaje institucional debilitado en el Poder Ejecutivo y, con altos niveles de impunidad en el Poder Judicial, en el próximo año se puede terminar profundizando aún más la crisis de financiamiento que enfrenta el fisco y la crisis socioeconómica que sufre la sociedad.

En lugar de ser una oportunidad para el debate y la construcción de acuerdos sobre el país que aspiramos y las políticas que necesitamos, el año electoral puede llevarnos a profundizar los niveles de conflictividad social y política, a la deslegitimación y el desánimo con la democracia ya vigentes en la ciudadanía.

Nada de ello es positivo para la economía y mucho menos para la convivencia y cohesión social. Al malestar prevaleciente y reflejado en la agresividad y prepotencia reflejada en las calles, en la violencia contra las mujeres y los niños, en los discursos de odio y en otras tantas señales negativas surge el riesgo de violencia política, cada vez más frecuente en nuestro país. Ojalá podamos atravesar este periodo con relativa normalidad de manera a proteger, no solo la estabilidad política y social, sino también la económica.

Más contenido de esta sección
Un proyecto que buscaba modificar el Código Penal para evitar que los casos de corrupción prescriban en la Justicia fue rechazado por los diputados y enviado al archivo. Se buscaba endurecer las penas, ampliar el universo de tipos penales, extender plazos para la prescripción y endurecer criterios de medición de la pena para delitos de corrupción pública y privada, con énfasis en la corrupción cometida por funcionarios públicos. El rechazo de esta propuesta parece una verdadera declaración de intenciones.
Mientras el ex diputado colorado Juan Carlos Ozorio opera para obtener una medida sustitutiva a la prisión, la Cooperativa San Cristóbal, de la que fue presidente, siente las devastadoras consecuencias de haber sido una entidad a través de la cual, presuntamente, se puso en circulación el dinero proveniente del tráfico ilegal de drogas. Perdió la confianza y a miles de socios. Es un ejemplo de lo que les sucede a las instituciones cuando falta fiscalización. Si no mejoran los controles, este caso se volverá a repetir, con los mismos funestos resultados.
El hecho de que la mayoría oficialista del senado haya retrocedido en la barbaridad cometida cuando devolvió fueros a senadores previamente desaforados que están siendo investigados por la Fiscalía, puede verse como que enmendaron un error. Sin embargo, una acción que significó el atropello a la Constitución Nacional no debe quedar impune. Los 23 senadores que votaron por devolverle los fueros a Erico Galeano, Hernán Rivas y Rafael Filizzola, deben ser investigados, pues en un estado de derecho nadie está por encima de la ley.