09 feb. 2025

Alguien tiene que soñar un Paraguay diferente

Por Mario Rubén Álvarez
La fábula tradicional censura a la cigarra por cantar mientras las hormigas –que encarnan el trabajo, el tesón y la disciplina– se desloman entre la primavera, el verano e incluso buena parte del otoño juntando alimentos para los días de invierno.
León Cadogan, en su libro “Gua’i rataypy”, recoge algo parecido. En el cuento popular que recopiló de boca de los guaireños el protagonista es el korochire. La comunidad en la que vivía lo acusaba de canturrear todo el santo día sin sudar para ganarse el sustento.
Los que cuestionan a los que “no trabajan” parten de la premisa materialista de que el trabajo es todo. Que el valor humano supremo es ganar dinero y acumular fortuna aun sin importar que para ello el prójimo pierda un ojo o sus hijos se olviden de su sonrisa porque está atado a una obligación laboral.
Sin pretender demoler y reconstruir fábula alguna para darle un giro diferente al que tiene en la memoria colectiva, como lo hizo el escritor guatemalteco Augusto Monterroso en “La oveja negra”, no es inoportuno un elogio de la cigarra y el korochire, tan necesarios como los tahýi elevados al podio de los héroes por el relato de origen europeo.
Ambos habitantes de la fronda representan a los soñadores. A los que no siguen al rebaño y se rebelan contra lo socialmente aceptado para dedicarse a su arte. A los que enfrentan las críticas y obedecen al dictado de su corazón antes que a la mentalidad de sus detractores.
Los soñadores son los artistas, aquellos que con su canto, su poesía, su pintura o su música ayudan a mantener viva la llama de la esperanza. No son, sin embargo, únicamente ellos: son también aquellos que miran más allá del horizonte, que dibujan mentalmente el futuro y lo retratan en el código sonoro de la palabra con el afán de que alguien haga posible lo que imaginan.
Si los que se empeñan desde el alba hasta el ocaso en un trabajo –tal como hacen las hormigas–, son necesarios para que el engranaje social siga de pie, los que sueñan el mañana son imprescindibles.
Hoy nuestro país está lleno de gente que hace y habla sobre lo que se hace. Hay una sobredosis de acción. También de opinión. Lo inmediato y lo urgente son los tiranos que se adueñan de todos los espacios.
Ahora que los jinetes del apocalipsis de la búsqueda –o la conservación– del poder están de nuevo en la cancha de carrera, reaparecen los fantasmas que, de hecho, nunca se fueron.
Encarnando los antiguos vicios de la política local, los que asoman en la pista van a responder a lo que ya se sabe. Ni siquiera lo que aparece como propuesta inédita está ajena a ese esquema porque ya llega pegada a un proyecto de dudosa adhesión democrática.
Por eso, hoy, más que nunca son necesarias aquellas personas que sueñen un Paraguay diferente. Conocido el modelo, será tal vez más fácil encontrar a quien lleve a cabo a partir del 2008.