19 abr. 2024

Ahora vienen por las jubilaciones

Miguel H. López – @miguelhache

Nunca vamos a escapar de los legisladores alhaja. Si no son corruptos, son brutos; si no pelotudos, cavernarios. La flamante (por lo nueva, no por lo excelente) diputada liberal Celeste Amarilla dejó pálidos a los trabajadores del país con sus irresponsables declaraciones sobre que la jubilación debe darse a los 75 años.

En un país donde la expectativa real de vida de la mayoría sin privilegios no supera los 70 años, hablar a veces de jubilación es hasta un asunto lejano e inasible por causa de las desigualdades del modelo económico capitalista vigente: desempleo, empleo precario, subempleo y empleo en negro.

Más allá de esa realidad a la que las autoridades no dan importancia, porque si lo hicieran se la hubiera desahuciado de alguna manera, la jubilación es un asunto delicado, tanto que tiene que ver con la vida de las personas.

Dicho en lenguaje sencillo, la jubilación es la devolución al trabajador de su dinero aportado y acumulado durante 25, 30 o 40 años a través de las entidades específicas establecidas. Los empleados privados al Instituto de Previsión Social (IPS) y los públicos a las diversas cajas fiscales existentes. Por eso, el uso que el Gobierno suele hacer del dinero de la previsional para préstamos al sector privado empresarial, tapar su propia incompetencia o salvar bancos en quiebra, etc., es inmoral e ilegal, aunque lo revistan de formalidades jurídicas. Los fondos del trabajador no pueden ponerse en tómbola a riesgo de perderse y si así se hiciera, debiera ser con el consentimiento de este.

¿Para qué existe la jubilación? Aunque parezca una verdad de perogrullo, no es redundante repetirlo: Para que el trabajador descanse, continúe teniendo un ingreso mensual que le garantice vivir dignamente, y seguir haciendo lo que le den las ganas. Continuar trabajando o no, ya es un asunto secundario.

Por eso, el argumento de la diputada Amarilla de llevar la jubilación a 75 años (actualmente es 55 o 60, a mi criterio debería ser 50 para el mejor disfrute), alegando que así la persona se sentirá más útil, es prístinamente estúpido. El trabajador quiere jubilarse. Cuanto más temprano, mejor. Su “vida útil” no depende de si se jubila o no, sino de su condición física y mental. Es baladí debatir tanta zoncera.

Lo que sí es importante determinar es de dónde vienen pensamientos como los esgrimidos por la diputada liberal. El Banco Mundial, organismo supranacional que dicta las recetas más sanguinarias para los pueblos empobrecidos de los países del tercer mundo, viene impulsando hace un tiempo una tríada como fórmula para echar mano, ahora, a los fondos de jubilación: Cambiar los cálculos de actualización, reducir los haberes jubilatorios y elevar la edad para jubilarse. ¿El propósito? Que menos personas se jubilen, que sigan trabajando y mueran antes. Que no reciban el dinero que aportaron en su integralidad y que los gobiernos –y los empresarios– continúen usando la plata generada, sin que sea suya. Para eso está por aprobarse en el Congreso la Superintendencia de Jubilaciones y Pensiones.

Es importante entender que están viniendo por nuestros haberes jubilatorios. Las declaraciones del gerente de Prestaciones Económicas del IPS, Pedro Halley, van en sintonía con el libreto: 75 años.

No es aislado ni mera opinión. Se organiza un nuevo despojo a los trabajadores: robarnos la vejez digna y hacerla más miserable...

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