Por Susana Oviedo
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Desesperada, sin saber a quién recurrir, era diciembre del 2000. Una niña de 15 años llegó hasta la casa parroquial de la Iglesia Santísimo Sacramento (La Recoleta). El mundo se le había venido abajo, todos la reprocharon por lo que le había sucedido: estaba embarazada.
Se animó y golpeó la puerta de la casa, era de noche y lloviznaba. La Navidad estaba cerca. El padre Benito Páez abrió la puerta y se encontró con una jovencita que tenía el vientre crecido, que lloraba. Escuchó el relató que, entre sollozos, le hizo: había venido del interior y trabajaba en una casa de familia. Conoció a un muchacho y quedó embarazada. Su patrona la despidió, y el novio no quiso asumir ninguna responsabilidad. ¿Cómo afrontar a su familia?.
El padre la condujo hasta una casa de religiosas, cerca de la penitenciaría de mujeres El Buen Pastor. Al día siguiente convocó a sus colaboradores de la parroquia y les lanzó el desafío: ¿qué podemos hacer para casos como éste?
CASA ROSA MARIA. Pocos meses antes, en agosto del 2000, los esposos Darío Radice y María Estela Gorostiaga perdían a su hija adolescente Rosa María, como consecuencia de una leucemia. Era alumna del colegio Santa Clara, institución vecina de la La Recoleta. “Si defendemos la vida desde su concepción, ¿cómo podemos ayudar a las adolescentes embarazadas?”, les planteó a ellos y otros parroquianos el padre Benito Páez. Así nació el Centro de Ayuda a la Vida Casa Rosa María. Alquilaron una casa en Mc Arthur 444 casi Hassler y en ella, en el curso de 6 años ya dieron acogida a más de cien adolescentes y jóvenes embarazadas, a las que acompañaron durante la etapa prenatal, en el pre y post parto, y ayudaron a la reinserción en sus familias o en otras que solidariamente aceptaron recibirlas con sus bebés. Desde el 2000 ayudaron a nacer a 125 bebés. Darío y María Estela y varios otros laicos trabajan a favor del sostenimiento del hogar que cuenta con otros voluntarios: una ginecóloga, una padiatra y una psicóloga. El papel de madre le toca a Luisa Aguero Benítez, una enfermera obstetra jubilada.
DRAMA. El padre Benito Páez reconoce que no existe una institución pública que se haga cargo de las adolescentes en estado de gravidez, a las que normalmente sus familias le dan la espalda y la sociedad en general, rechaza. Más aún, cuando se trata de niñas o adolescentes que quedaron embarazadas tras ser abusadas. “Alrededor de 70 por ciento de los casos que recibimos son adolescentes que fueron abusadas por alguien de su entorno familiar”, apunta.
Mantener Casa Rosa María implica un promedio de 14 millones de guaraníes al mes para cubrir gastos de alimentación de las chicas y de sus bebés a medida que van naciendo. Las futuras mamás realizan su tratamiento prenatal en el Centro Materno Infantil Nº 4.
“No quiero que les falte nada; por ahora, gracias al aporte de muchos voluntarios estamos cubriendo los gastos”, cuenta el sacerdote. El hace un llamado a los trabajadores sociales, psicólogos y médicos que quieran sumarse voluntariamente a la obra. Sueña con hacer realidad el objetivo inmediato de que Casa Rosa María funcione en un local propio. Ya cuentan con un terreno donado por el Arzobispado y los planos. Faltan los recursos económicos para la construcción. Otro desafío para los que la vida.
Para las niñas-madres
Con voz y rostro aniñados, Ramonita sostiene en brazos a un rozagante bebé de 5 meses, fruto de sus entrañas, cuya llegada al mundo fue posible mediante el Centro de Apoyo Casa Rosa María. Ella se convirtió ayer en la segunda joven de las que pasaron por este hogar, y que se marchará como esposa. Anoche, contrajo matrimonio con el padre de su niña y los tres irán a vivir en Piribebuy.
Pero este final feliz no es lo más común.
En este Centro de Apoyo a la Vida tuvieron casos muy dramáticos, cuenta el padre Benito Páez. Uno de ellos es el de una niña de 10 años que vino de Paso Jovai (Guairá), embarazada, víctima de abuso sexual.
“Fue difícil, porque su físico no estaba preparado para el embarazo. Sin embargo, el bebé nació en cesárea y ambos están sanos”, cuenta. El problema se presenta con el después. Es decir, dónde reubicar a las nenas-madres, considerando que fueron abusadas por alguien de su familia. En qué institución garantizar que reciban el tratamiento psicológico necesario, y sean escolarizadas, sin separarse de su hijo.
Frente a esta necesidad, la arquitecta Dolly de Talavera, colaboradora de la parroquia Santísimo Sacramento, creó el Hogar Santa Mónica, en Colonia Thompsom. Allí en estos momentos cobijan a 8 niñas-madres. Una obra aún en etapa embrionaria y que precisa de la solidaridad ciudadana, según el cura.
Casos de coacción sexual denunciados
ante la Policía Nacional
AÑO 2005
De 0 a 29 años
Masculino Femenino Total
45 295 340
Según la relación de la víctima con el autor:
Tío: 3
Padre: 22
Padrastro: 11
Primo: 9
Hermano: 5
Abuelo: 0
AÑO 2006 (*)
De 0 a 29 años
Masculino Femenino Total
40 237 277
Según la relación de la víctima con el autor:
Tío: 6
Padre: 17
Padrastro: 19
Primo: 6
Hermano: 7
Abuelo: 2
(*) Hasta octubre