15 feb. 2025

A CORTE Y MEDIDA DE LA POLíTICA

De la Justicia local se espera poco

De la Justicia local se espera poco, por lo tanto cuando resuelve cuestiones espinosas como las de esta semana, la conclusión es siempre la misma: ella ni es justa, independiente ni autónoma. Solo se constata lo conocido. Pero hay algo peor: no intenta serlo, no cuida las apariencias, no le da importancia a las formas, ¿acaso podríamos pedirle que haga justicia de fondo?

Esta semana el Dr. Miguel Ángel Pangrazio tuvo un gesto cívico importante que pasó a segundo plano. Pidió que lo sacaran de la lista de abogados que litigan ante la Justicia paraguaya. No fue suficiente con su renuncia como profesor de la facultad de derechote hace unos años donde afirma que no puede sacarse nunca un buen abogado cuando “se estudia cuatro meses, se rinde otros cuatro y se vacaciona... también cuatro”. El Dr. Pangrazio no solo ha dejado de ser profesor sino que también abandonó el ejercicio de la profesión aunque con su gesto reivindicó su figura de maestro. Se hartó de ver y de padecer a una Justicia donde muchos de sus magistrados no asumen el verdadero compromiso que tienen con la sociedad y no con los políticos que lo han colocado en esos puestos. Hay una confusión de mandantes que lleva consiguientemente a un error en sus procedimientos. Los magistrados se deben a la sociedad, es ella a través de sus mandatarios políticos quienes lo escogen de forma indirecta y es ante ella que rinde cuentas de sus fallos. El caso de Oviedo es solo un ejemplo de la decadencia de una institución fundamental de la democracia. Si no vemos “amparo ni reparo” en ella, la propia concepción del estado de derecho se pone en duda. La única manera que los magistrados tienen de ganarse prestigio, reputación, honra y respeto es haciendo justicia a pesar de los pesares. Pero cuando vemos que ella sin importar el partido político al que desembozamente se manifiestan ser seguidores, actúan de forma sospechosa y grave no es casualidad que la ciudadanía pierda entusiasmo democrático, el ejercicio de la política desaliente a los buenos y estimule a los malos y, por último, que cada vez voten menos en unas elecciones que cada vez cuestan más.

La evolución de las sociedades llega por distintos caminos pero es indudable que la Justicia con sus fallos ejemplares muestra el sendero por donde fortalecerse este sistema de oportunidades que se llama democracia. Cuando vemos que ella tiembla ante los políticos siempre interesados en volverla cautiva y débil, la sociedad en su conjunto tiene la misma percepción sobre si misma: debilidad y sometimiento. Los políticos norteamericanos no hubieran acabado con la segregación racial sino fuera por los fallos judiciales que abrieron un camino de respeto a la condición humana sin importar color ni procedencia. Cómo no desconfiar de la Justicia cuando incluso en las apariencias, en las formas se desvirtúa el sentido de la administración de justicia. Cuando ella ha venido teniendo un comportamiento que súbitamente cambia por mandatos políticos o cuando magistrados colorados, liberales y patriaqueridista interpretan que sus propias acciones anteriores estaban equivocadas y que de improviso han “visto la luz”. ¿Cómo vamos a creer más en algunos magistrados que hasta hace poco nos decían que ellos solo no podían cambiar la Justicia y que solicitaba que la gente saliera a las calles a defender la democracia? ¿Cómo cuando retornen otros políticos a “pulverizarlos” pedirán que la sociedad les defienda si cuando tuvieran la ocasión de mostrar coraje se abroquelaron sin importar banderías políticas? Solo queda el gesto de un magistrado que quiso cuidar las formas rebajando la sentencia a 5 años y otro como el juez Arnulfo Arias que se opuso de manera valiente y solitaria como ha sido siempre la lucha por la justicia en el Paraguay.

Este gesto y el del Dr. Pangrazio rompiendo su matrícula de abogado son válidos en medio de un desierto de actitudes y comportamientos éticos sobre los cuales no solo se edifica la Justicia sino por sobre todo se construye una nación.