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Buenos Aires-Argentina
Un cuarto de siglo después de que Argentina y Gran Bretaña entraran en guerra por las Islas Malvinas, el país sudamericano está muy lejos de olvidar al archipiélago, con cuyo nombre bautizan desde heladerías hasta estadios de fútbol.
En Buenos Aires, los periódicos informan el pronóstico meteorológico de las Islas Malvinas y los puestos de venta de souvenirs ofrecen insignias con su forma impresa sobre los colores celeste y blanco de la bandera argentina.
El desembarco del 2 de abril de 1982 es considerado por la mayoría como un error de la desacreditada dictadura militar que gobernaba el país en ese momento, pero la convicción de que las islas integran el territorio argentino es compartida por jóvenes, ancianos, pobres y ricos.
“Es parte de la identidad nacional, es una causa nacional. Lo que pasa es que estuvo bastardeada, mal utilizada por el gobierno de facto, la dictadura”, dijo Alfredo Rubio, un veterano de guerra que cumplía con el servicio militar obligatorio cuando fue enviado a las islas a los 18 años.
REGRESO A LA REALIDAD. Muchos ex combatientes retornaron tras el conflicto, que duró 10 semanas, para enfrentar una realidad que conjugaba desempleo y depresión y el estigma de una guerra que fue provocada por militares luego acusados por grupos de derechos humanos de matar hasta 30.000 disidentes.
Más de 350 veteranos se suicidaron, de acuerdo con datos de agrupaciones de ex combatientes. No obstante, según sostienen, las cosas mejoraron desde que el presidente Néstor Kirchner llegó al poder en el 2003.
“La guerra dolió y sigue doliendo, fue muy injusto lo que pasó y pasa con los sobrevivientes, que recién ahora están siendo reconocidos social y económicamente”, dijo el historiador Felipe Pigna, cuyos libros son un éxito editorial, criticando el rechazo británico a discutir la soberanía.
“Se hace muy difícil pensar en una solución rápida y
aceptable para ambas partes”, agregó.
“OBJETIVO NACIONAL”. Kirchner es oriundo de la Patagonia, donde el nacionalismo que despierta Malvinas es mayor, y ha presionado más enfáticamente con el reclamo de soberanía de las islas, en disputa desde 1833. Allí describió al conflicto como “un objetivo nacional”.
Gran Bretaña invitó a funcionarios argentinos a formar parte de una conmemoración conjunta de la guerra, pero Kirchner dijo “no”. En su lugar, se espera que pase el 2 de abril en el extremo de la Patagonia más cercano a las Malvinas, que están a 480 kilómetros mar adentro.
En el archipiélago, muchos pobladores se mantienen recelosos sobre Argentina y la tensión diplomática ha crecido en torno a asuntos como las lucrativas licencias de pesca en las aguas circundantes, los vuelos al continente y la exploración de petróleo en la zona.
“Desafortunadamente, el sentimiento general hacia Argentina es de frustración y desconfianza”, dijo Jenny Cockwell, editor del semanario Penguin News, en Malvinas.
Pero a pesar del escepticismo mutuo, los isleños viajan a Argentina para hacer compras o tomarse vacaciones y cada vez más veteranos están retornando para volver a ver las posiciones heladas que ocuparon durante la guerra.
En La Plata rememoran historias
En un club social de la ciudad de La Plata, los ex combatientes se reúnen a cambiar historias sobre sus visitas más recientes y critican al gobierno británico por negarse a discutir la soberanía.
Gran Bretaña dice que sólo abordará el tema si los 2.900 habitantes de las islas así lo quieren.
Ernesto Alonso, que fue enviado a las Islas Malvinas como un joven conscripto, dijo que la guerra asestó un golpe a las esperanzas de su país de obtener la soberanía mediante negociaciones pacíficas.
“Ya está muy arraigado en todo nuestro pueblo que esta es la manera para la recuperación”, dijo.
Muy pocos argentinos dudan del derecho de su país para gobernarlas, a pesar de que quizás menos defienden la guerra.
Parada detrás del mostrador de su panadería “Malvinas Argentinas”, Ibraham Goldsmit dijo que su país podría algún día controlar las islas.
“Podría tenerla (la soberanía de las islas), pero pacíficamente. Para mí, no tenía que haber una guerra. Los chicos que mataron fueron un sacrifico muy grande”, reflexionó.