29 mar. 2024

5 razones por las que el Papa elige visitar el Paraguay

Entre las motivaciones que tiene el papa Francisco para visitar el Paraguay, incluso antes que su propia patria, la Argentina, hay cuestiones religiosas, políticas y culturales, pero principalmente afectivas. El pensador italiano Umberto Eco considera a Bergoglio un “jesuita paraguayo”.

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El papa Francisco visitará nuestro país en julio. Foto: Archivo ÚH

Por Andrés Colmán Gutierrez

@andrescolman

A muchos observadores internacionales les sorprende que el papa Francisco haya elegido al Paraguay como uno de los tres países latinoamericanos que visitará en julio próximo, junto al Ecuador y a Bolivia, en su primera gira apostólica por el continente, incluso antes de visitar su propia patria, Argentina, y se preguntan cuáles son las razones de esta preferencia.

Hasta ahora, desde que fue elegido Papa el 13 de marzo de 2013, el argentino Jorge Bergoglio solo ha viajado al Brasil, en Latinoamérica, para asistir a la Jornada Mundial de la Juventud, que se llevó a cabo en Río de Janeiro, en julio de 2013.

El mismo Papa ha sido claro en que aún no visitará la Argentina, ni siquiera en el 2016, por “cuestiones de agenda”, aunque el principal propósito aparentemente es no interferir en la dinámica de la política interna de su país, en torno a las elecciones generales que se harán el próximo 25 de octubre.

No se ha comunicado oficialmente las razones por las que el Papa elige visitar primero al Paraguay, pero es factible reconstruir de su propia biografía los principales elementos históricos y afectivos que lo ligan a esta mediterránea nación del corazón de Sudamérica.

1.Francisco es “un jesuita paraguayo”

“Es un error considerarlo (al papa Francisco) un jesuita argentino. Tal vez deberíamos considerarlo un jesuita paraguayo”, escribió el célebre semiólogo italiano Umberto Eco, en un artículo especial publicado en varios medios impresos, entre ellos el prestigioso diario norteamericano The New York Times, en setiembre de 2013.

En dicho texto, el autor de El nombre de la rosa sugiere que la educación religiosa del primer pontífice latinoamericano “ha estado influida por el ‘Santo Experimento’ de los jesuitas en Paraguay”, refiriéndose a las experiencias de las famosas misiones jesuíticas guaraníes que se fundaron a partir del Siglo XVII, en territorios que hoy comprenden parte de Paraguay, Argentina y Brasil.

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“Los misioneros jesuitas decidieron reconocer los derechos de los indígenas (especialmente los guaraníes, que vivían sobre todo en Paraguay en condiciones prácticamente prehistóricas) y los organizaron en las llamadas ‘reducciones’, que eran comunidades autosustentables. Los jesuitas les enseñaron a organizarse por sí mismos, en total comunión con las mercancías que producían, si bien con el objetivo de ‘civilizarlos’, es decir, de convertirlos. A algunos de los nativos también les enseñaron arquitectura, agricultura, el alfabeto, música y artes; de ahí salieron algunos escritores y artistas de talento”, relata Umberto Eco.

El semiólogo cree que esta experiencia, a la que considera “utópica”, aunque “paternalista”, influyó en gran medida en el carácter y, sobre todo, en la formación religiosa del actual Pontífice.

“Ahora, si decidimos juzgar las acciones de Francisco desde este punto de vista, debemos de considerar el hecho de que han transcurrido cuatro siglos desde ese ‘Santo Experimento'; que ahora se reconoce ampliamente la noción de libertad democrática, incluso entre los integristas católicos; que el Papa actual, ciertamente, no tiene la intención de realizar ningún experimento de ese tipo en la isla de Lampedusa; y que sería lo mejor que lograra eliminar gradualmente al Instituto para las Obras de Religión, el llamado banco del Vaticano”, destaca Eco.

En esta influencia histórica de los jesuitas paraguayos estaría uno de los primeros elementos que aproximan afectivamente al actual papa Francisco al universo cultural del Paraguay.

2. Esther, la paraguaya que inspiró a Bergoglio

“Le agradezco tanto a mi padre que me haya mandado a trabajar. El trabajo fue una de las cosas que mejor me hizo en la vida y, particularmente, en el laboratorio aprendí lo bueno y lo malo de toda tarea humana (...). Allí tuve una jefa extraordinaria, Esther Ballestrino de Careaga, una paraguaya simpatizante del comunismo que, años después, durante la última dictadura, sufrió el secuestro de una hija y un yerno, y luego fue raptada (...) y asesinada. Actualmente, está enterrada en la iglesia de Santa Cruz. La quería mucho. (...) Me enseñó la seriedad del trabajo. Realmente, le debo mucho a esa gran mujer”.

Con estas emocionadas palabras, el entonces arzobispo de Buenos Aires, cardenal Jorge Mario Bergoglio, contaba a los escritores Sergio Rubín y Francesca Ambrogetti, -autores del libro El jesuita, quizás la más honda biografía del actual Papa-, una etapa clave de su paso de la adolescencia a la juventud, cuando empezó su primera experiencia laboral y conoció a la heroica mujer que fue su jefa y a la vez su maestra y su mentora política.

Casualmente, Esther Ballestrino, aunque había nacido en Montevideo, Uruguay, en 1918, era más conocida como paraguaya, ya que desde muy niña se mudó con su familia y creció en nuestro país, donde pudo estudiar y formarse, primero como docente y luego como química farmacéutica.

En 1940, Esther participó activamente en la fundación del Movimiento Femenino del Paraguay, “una organización de mujeres que se propuso corregir las situaciones marcadamente adversas que soportaban las féminas en ese tiempo”, de la cual fue su primera secretaria general, según revela el investigador Roberto Paredes, en su obra Rebeldes por la Patria.

Desde las filas del Partido Revolucionario Febrerista acompañó la experiencia de la llamada “primavera democrática” de 1946, en que se vivió una inusitada apertura democrática en el país, que sin embargo, sería abortada por la Guerra Civil de 1947, tras la que se impuso una nueva dictadura militar, liderada por el general Higinio Morínigo.

Ante la persecución desatada, junto a muchos otros dirigentes sociales y políticos, Esther Ballestrino se vio obligada a exiliarse en la Argentina, donde siguió participando en actividades políticas, se casó con el recordado líder febrerista Raimundo Careaga y, finalmente, entró a colaborar, aunque desde la distancia, con el Partido Comunista Paraguayo (PCP).

Fue en esta etapa, cuando ella trabajaba en un laboratorio, en que conoció al joven Jorge Mario Bergoglio, quien fue su empleado.

“Esther Ballestrino de Careaga le mostró (al joven Jorge) cómo era la militancia política y hasta lo incursionó en lecturas comunistas, que Bergoglio recuerda con precisión, como a ella, a quien define como ‘extraordinaria’. Ella fue su jefa en un laboratorio químico y hasta le enseñó algo de guaraní. Mucho después, la dictadura volvería a cruzar sus caminos, del peor y más triste modo”, relata el periodista argentino Hugo Alconada Mon, en un artículo publicado en el diario La Nación, de Buenos Aires.

El 8 de diciembre de 1977, un grupo de tareas comandado por Alfredo Astiz secuestró a Esther Ballestrino de Careaga, según relata Alconada.

Tras la desaparición de su hija Ana María y dos yernos, Estrher se había convertido en una de las fundadoras de la organización de las Madres de Plaza de Mayo. Su hija fue liberada más tarde, pero ella continuó con la labor hasta que fueron por ella.

“En 2005 aparecieron los restos de mi mamá”, relató Mabel Careaga, otra de sus hijas, al diario español El País. “Quisimos enterrarlos en el solar de la Iglesia de la Santa Cruz porque era el último territorio libre que ellas [Careaga y Mary Ponce de Bianco, también de Madres] habían pisado, el lugar donde la secuestraron. Le pedimos permiso a Bergoglio, y él autorizó el entierro”, detalló la hija.

Aquella mujer uruguaya-paraguaya, esposa de un dirigente político paraguayo, sin ser católica ni creyente, marcó hondamente la vida del actual Papa. En su memoria podría estar otra de las claves de su cercanía afectiva con el Paraguay.

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Esther Ballestrino, entre las fundadoras de Madres de Plaza de Mayo. La uruguaya-paraguaya que influyó en Jorge Bergoglio.

3. El testimonio de los exiliados paraguayos

En octubre de 1969, debido a su postura crítica asesorando a grupos juveniles y movimientos sociales, el sacerdote jesuita español Francisco de Paula Oliva fue expulsado del Paraguay por la dictadura del general Alfredo Stroessner y se vio obligado a refugiarse en la Argentina, donde lo recibió el entonces superior provincial de la Compañía de Jesús, Jorge Mario Bergoglio.

“El actual papa Francisco, quien era el líder de nuestra orden en la Argentina, me recibió con mucha solidaridad y me permitió seguir trabajando pastoralmente en Buenos Aires, especialmente en las villas marginales, con los paraguayos migrantes”, recuerda el popular pa’i Oliva.

Durante esa experiencia pastoral, junto a otros sacerdotes paraguayos también expulsados, Oliva llegó a invitar al provincial Bergoglio a conocer de cerca la vivencia de las miles de familias migrantes, principalmente de nacionalidad paraguaya, donde el actual Papa pudo vivenciar la gran espiritualidad de las humildes familias en las celebraciones litúrgicas, especialmente en torno a la festividad de la Virgen de Caacupé.

Particularmente impactado por el valioso trabajo que desarrollaban los laicos y religiosos aglutinados en el Equipo Pastoral de Paraguayos en Argentina (EPPA), Bergoglio estuvo en varias ocasiones con las comunidades de paraguayos, especialmente en las celebraciones de la conocida Villa 31, oportunidad en que se lo vio disfrutar de la comidas típicas del país, degustar con fruición el tereré e incluso aprender algunas palabras en guaraní.

Oliva considera que esa cercanía con la realidad de pobreza social, pero al mismo tiempo de gran riqueza espiritual y cultural que Bergoglio conoció en las villas, junto a las familias paraguayas, lo fue cambiando incluso en su línea pastoral, de una práctica más conservadora inicialmente hacia otra más comprometida con la realidad social.

“Yo lo comparo con el caso del asesinado arzobispo de San Salvador, monseñor Óscar Arnulfo Romero, quien también asumió siendo muy conservador, pero la realidad lo fue cambiando. Se comprometió tanto con los pobres, que por eso lo mataron. Tengo mucha esperanza en el nuevo Papa”, destaca Oliva.

El sacerdote jesuita español José Luis Caravias, ex asesor nacional de las Ligas Agrarias Cristianas (LAC) en los años 60 y 70, también expulsado por la dictadura stronista en mayo de 1972, asegura que Bergoglio también le brindó refugio en su país e, incluso, le salvó la vida, al advertirle que miembros del grupo paramilitar de la Triple A lo buscaban para atentar contra su vida, y ayudarlo a salir de la Argentina durante la dictadura militar, para refugiarse en España.

“Si hoy estoy vivo, si he podido escribir cuarenta libros, si he podido continuar promoviendo los derechos de los últimos y el Evangelio entre los pobres y, en fin, si puedo contar cómo sucedieron las cosas, se lo debo a él, al actual papa Francisco”, sostiene Caravias.

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El sacerdote José Luis Caravias, quién asegura que el actual Papa le salvó la vida cuando fue echado del Paraguay.

4. La admiración por la mujer paraguaya

“A mi juicio, la mujer paraguaya es la mujer más heroica de América. Después de la guerra (contra la Triple Alianza) quedaban ocho mujeres por hombre. E hizo esa gran opción de tener hijos, ¿no? Para salvar la Patria, la lengua, la cultura y la fe”.

Estas emotivas palabras, Jorge Bergoglio las pronunció en El Vaticano, el 13 de febrero de 2014, ya siendo papa Francisco, tras recibir en audiencia a los sacerdotes argentinos Carlos y Rodolfo Luna, quienes habían estado exiliados en Suecia durante la dictadura militar argentina.

En esa oportunidad, el Pontífice incluso llegó a señalar que las mujeres paraguayas se merecen el premio Nobel.

“Yo desearía que algún día el Comité del Premio Nobel le otorgara el Premio Nobel ¡a la mujer paraguaya! Por haber salvado la cultura, la patria... ¡heroica! ¡La propongo!”, destacó.

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No era la primera vez que el Papa mostraba su admiración hacia la mujer paraguaya en la historia. En una charla informal con los periodistas en el avión, de regreso desde Brasil, tras haber asistido a la Jornada Mundial de la Juventud, en julio de 2013, a pocas semanas de haber sido elegido Sumo Pontífice, Bergoglio insistió en que no se puede entender a la Iglesia sin mujeres y, a modo de ejemplo, citó el caso de Paraguay, de cuyas mujeres dijo que son las “más gloriosas de América Latina”.

Explicó entonces que, tras la guerra de la Triple Alianza (1864/1870) había ocho mujeres por cada hombre y ellas tomaron “la decisión difícil de tener hijos para salvar al país, a la patria, la cultura, la fe y la lengua”.

Cuatro años atrás, cuando aún era cardenal y arzobispo de Buenos Aires, durante una misa celebrada con la colectividad paraguaya en la Catedral de la capital argentina, el actual Papa ya había alabado largamente a la mujer paraguaya, vinculándola con la historia de la Virgen de Caacupé.

5. La veneración a la Virgen de Caacupé

El otro elemento que vincula muy afectivamente al papa Francisco con el Paraguay es el especial amor y devoción que él siente hacia la Virgen de Caacupé, la gran madre espiritual de los paraguayos y paraguayas. Por ello, se considera que uno de los puntos centrales de su presencia en el país será la misa multitudinaria que presidirá en la Villa Serrana.

El 1 de noviembre de 2010, cuando aún era cardenal y arzobispo de Buenos Aires, Jorge Bergoglio ofició una misa para la colectividad paraguaya, organizada por el Equipo Pastoral de Paraguayos en Argentina (EPPA), como cierre de la gira de la imagen de la Virgen Serrana por las comunidades migrantes en la Argentina.

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Allí, el actual Pontífice destacó: “Hoy la Virgen viene con documento paraguayo, ella es paraguaya de Caacupé, y no hay paraguayo que no la quiera. Y se sabe, en toda América la mujer paraguaya es la más gloriosa, no por haber estudiado más que otras, sino porque supo asumir un país derrotado por la injusticia y los intereses internacionales. Y ante esa derrota llevó adelante la patria, la lengua y la fe. Y la Virgen al tomar la ciudadanía paraguaya, tomó la lengua, la cultura y la fe. Por eso es doblemente gloriosa, por ser madre de Dios y por ser paraguaya”.

“Siempre, a lo largo de los tiempos, de aquellos momentos siempre en medio del pueblo, cuando entre la historia de un pueblo se las arreglaba para hacerse notar como la madre del pueblo de Dios y de la Iglesia”, agregó.

“Gracias Virgen de Caacupé por honrarnos con tu presencia, y lo menos que se merece es un aplauso”, concluyó.

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