25 abr. 2024

Hacernos cargo del futuro del país

Por Jaime Egüez, presidente del Club de Ejecutivos del Paraguay.

Estamos transitando por un momento importante en la construcción de acciones colectivas que nos conducirán a uno u otro escenario en nuestro país. Entendamos que por acciones colectivas me refiero a eventos que los hacemos en grupos relevantes. Por ejemplo, una votación es un acto colectivo de alto impacto o consecuencias. Asistir a un entrenamiento determinado es una acción que se realiza entre muchos que buscan una consecuencia determinada en sus vidas.

Para que hagamos una acción de estos tipos, que nos motiva y que buscamos, esto es la intencionalidad. O sea, una acción colectiva sin una intencionalidad podríamos concluir que es algo casi irresponsable, pero que ocurre en gran medida por la manipulación de las masas colectivas muchas veces impulsadas por la influencia de los medios. O sea tengo dos alternativas, pienso y acciono sin reflexionar sobre por qué deberíamos hacer algo o, por el contrario, analizo las consecuencias positivas o negativas que busco lograr y lo impulso colectivamente.

El punto que quiero proponer es bajar a blanco y negro la intencionalidad que estoy seguro de que muchas personas, sean jóvenes o gente en una edad más madura, tienen de algún modo estacionado en su aspiración mental pero no la han desarrollado más extensamente.

Una gran cantidad de personas están seguras de que quieren un Paraguay más importante por su nivel de desarrollo humano, de desarrollo estructural, un Paraguay con oportunidades laborales que nos permitan tener un ingreso promedio similar a los países desarrollados. Un Paraguay donde los servicios públicos funcionen, donde las escuelas enseñen con un programa y en una infraestructura que den dignidad y capacidad a nuestros niños. Y ni qué decir que tengamos un Paraguay donde una mujer embarazada no tenga que desplazarse cientos de kilómetros para ser atendida, que un niño no tenga que venir a una ciudad para ser atendido por un médico con conocimiento, que si una persona con una limitación económica sufra una enfermedad y el país no lo condene a la muerte a una temprana edad.

Este Paraguay es posible. Es un país que puede ser real en el corto plazo si colectivamente ponemos la intención de cambiarlo a través de entender que debemos involucrarnos. Y entender que primero debemos elegir para el Congreso no al más churro o el más mbarete, sino al más preparado para comprender con patriotismo que el Paraguay está por encima de sus intereses.

No es el que grita en la tele o en las redes el que determinará un Paraguay mejor. Es el que tiene la sabiduría de escuchar, reflexionar y empatizar con el anhelo de todos. Y ejecuta las propuestas con conocimiento y capacidad que ha adquirido con estudios, experiencia y dedicación al servicio colectivo. Se trata de que cuando veamos que existen colectivos que impulsan el odio, la confrontación como medida de reclamo personal, reflexionemos atentamente si apoyaremos a este colectivo o no.

El Paraguay merece mejores personas que lo lideren en el proceso que estamos trabajando y nos lleve a una mejor posición. Debemos creer que los extranjeros que han venido a invertir en Paraguay tienen una visión con una intencionalidad que debemos apoyar. Todos vienen a hacer de Paraguay un país mejor. Traen no solo su dinero, sino también sus sueños, su conocimiento, y sus ganas de ayudar y desarrollar nuestro país. Es hora de que cada vez más nos pongamos de acuerdo en la “intencionalidad” de hacer de Paraguay el mejor país, no solo de Latinoamérica, sino del mundo. Y obremos colectivamente alineados a esta intención involucrándonos en decidir quiénes estarán liderando nuestro futuro en el poder.

El Paraguay debe tener una vocación de atraer inversión como punto esencial de todos, porque este es el único camino al desarrollo, a la generación de empleos y la única manera sustentable de reducir la pobreza. Y esta visión debe estar colectivamente clara de “arriba hacia abajo” y de “abajo hacia arriba”.

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