19 abr. 2024

“El problema más grande es la mediocridad política”

Dos hombres junto al río, del escritor Andrés Colmán Gutiérrez, obtuvo el premio del concurso de novela inédita convocado por la Fundación Augusto Roa Bastos.

En esta nueva ficción de Andrés Colmán Gutiérrez se encuentran Rafael Barrett y Moisés Bertoni. A partir de ese encuentro se inicia un debate donde se mezclan la ciencia, la política y la revolución. La historia es una especie de aventura en la selva, con capangas en los yerbales e indios guaraníes; “es, sobre todo, un homenaje a dos hombres que hicieron mucho por el Paraguay”, destaca el autor, quien ya ha publicado El último vuelo del Pájaro Campana (1995) y El país en una plaza (2004), y abordó luego el género de la investigación periodística con dos obras: Mengele en Paraguay (Servilibro, 2018) y EPP: Historia no autorizada (Servilibro 2020).

–¿Cómo nace la idea de esta novela?

–Se me ocurrió cuando leí un artículo, en el que descubrí que Bertoni –yo siempre había tenido de Bertoni la imagen de un científico asceta, santurrón, metido en la selva con su larga barba, y que no era una persona política– había tenido una militancia juvenil anarquista. Él había sido amigo de Kropotkin y Elisée Reclus. Cuando era joven los visitó en Suiza, y fue Elisée Reclus quien le dice ‘andate a América y funda una nueva colonia socialista’. Bertoni viene con 60 familias, y le pasó lo mismo que a la hermana de Nietzsche, o a los socialistas australianos: el proyecto fracasó por la dureza de la naturaleza y el contexto que ellos no manejaban.

Entonces digo: ¿será que no se conocieron Bertoni y Barrett? Siendo los dos anarquistas, con una pasión por el Paraguay. Y finalmente encontré que no. Hay un dato: Barrett –a él también le interesaba mucho la botánica– pide en una carta contactar con Bertoni, y el Banco Agrícola hace la gestión, pero después le avisan a Bertoni –quien ya estaba preparado para recibirlo– que Barrett murió en Francia. La literatura es una forma de hacerles encontrar.

–¿Hay alguna diferencia con tus obras anteriores?

–Fue agradable retomar la novelística luego de 17 años. Descubrí que aprendí nuevas técnicas de cómo sostener una narración, con el paso de los años. Mis anteriores novelas tienen muchas fallas de estructura narrativa, por haberlas escrito más intuitivamente. Mi estilo es deliberadamente clásico; privilegio la acción y los diálogos sobre los juegos estilísticos. Esta novela tiene aportes de la cinematografía y del cómic en la narración en dos tiempos. Mi literatura siempre está ligada al periodismo. Todo el trabajo de investigación previo que hice durante años sobre Bertoni y Barrett, sobre los mensúes y los yerbales de La Industrial Paraguaya, tuvo mucha utilidad.

–¿Cuál fue el proceso creativo de la novela?

–Escribí la novela Dos hombres junto al río en apenas un mes y medio, cuando me enteré de que aún había plazo para presentar la obra, pero ya tenía una idea hacía tiempo dándome vueltas en la cabeza. En principio, pensaba en una obra de teatro, que iniciaba con la imagen de un hombre llegando en una canoa entre la niebla de la madrugada a Puerto Bertoni, trayendo a un moribundo Rafael Barrett, rescatado de los yerbales de Takuru Puku, en que se inicia un duelo casi existencial entre Bertoni y Barrett, ambos anarquistas, ambos extranjeros enamorados del Paraguay, con visiones distintas de las utopías, pero con una misma pasión.

–¿De dónde surge la atención hacia la figura de Barrett en los últimos años?

–Me decía Miguel Ángel Fernández –que es uno de los primeros que trabajaron por reivindicar a Barrett–, que durante 100 años Barrett fue una incógnita, un misterio, y luchamos mucho por rescatarlo. Alcibiades González escribió una hermosa novela, El dolor de Barrett; Alfredo Boccia hizo un ensayo; hay una autora uruguaya que unió a Rafael, su hijo Alex y a su nieta Soledad en una novela. Todo eso hace que las nuevas generaciones descubran algo que es muy escaso en Paraguay, una figura que tiene tantos valores humanistas, que es absolutamente implacable con la corrupción, con las injusticias. Encontrar una figura así, en estos tiempos, para la gente joven es muy interesante.

–¿Qué opinás sobre la producción literaria en Paraguay?

–Hay mucha gente que tiene ganas de escribir, pero hay más cuentos que novelas, aunque sí han surgido novelas muy interesantes, hay gente joven haciendo muy buenas cosas. Javier viveros es uno de los fenómenos de la literatura; Patricia Camps, mucha gente joven, incluso fuera del circuito oficial, están las editoriales casi artesanales que cuidan mucho la calidad de la impresión. Creo que la literatura paraguaya está viva, pero faltan talleres de formación. Y también está el fenómeno nuevo que yo saludo, la producción de literatura directamente para el mundo digital, hay mucha gente haciendo cosas fantásticas. Sin embargo, hay que profesionalizar más, hay que responder a los estándares internacionales, que es lo que nos va a permitir salir de la isla rodeada de tierra y poder competir con grandes escritores mundiales.

–¿Qué requisitos necesita una obra para cumplir esos estándares?

–En cuanto a los elementos narrativos que entusiasman a un lector, que tenga su dosis de aventura, entretenimiento, que tenga humor; porque la literatura paraguaya suele ser muy trágica, y es algo que yo intenté evitar, e intenté ponerle un poco de humor, que mis anteriores novelas tenían. La literatura de Roa Bastos, por ejemplo, es excelente, pero tiene muy poco humor, es muy trágico. Casaccia es trágico. Y creo que tenemos que romper eso.

–Considerando todo eso, igual seguimos rezagados.

–Creo que es la ausencia del Estado; en la época Lugo hubo más apoyo al desarrollo del arte y la cultura, pero los gobiernos colorados son muy ignorantes, son muy poco lectores, con excepciones obviamente, y no les interesa para nada desarrollar la literatura, la producción cultural y por eso hay muy poca inversión; hay muy pocos premios, muy pocos estímulos. Hay una ley del libro que está durmiendo en el Parlamento, no hay ganas de sacar eso. Es un error grande de los políticos, porque ¿quién te da la dimensión de un país hacia afuera?, ¿quiénes son los verdaderos embajadores? Fueron Roa Bastos, el poco cine que se hizo, como 7 Cajas, Hamaca paraguaya, Eami, Más allá del sol, son los que nos permiten marcar un país distinto al que marca la embajada, que marca un país corrupto, un país atrasado, último en educación; sin embargo, la obra de los escritores, de los músicos y cineastas nos da una dimensión universal, de país diferente.

–Desde la educación también se puede cambiar.

–Hay que modernizar, actualizar el currículum de Literatura en escuelas y colegios, es muy viejo, lo tiene a Casaccia y a Roa, pero a los autores jóvenes no los tienen. Hay iniciativas de algunos profesores que invitan a autores, pero el Ministerio no está ni ahí con lo que es nuevo en la literatura paraguaya, y mucho menos de la literatura digital, que es un fenómeno que puede entrar con fuerza en los jóvenes porque son naturalmente digitales. Pero el MEC no hace el esfuerzo de situarse en el siglo XXI.

El problema grande acá es la mediocridad política de los sucesivos gobiernos que no ven a la cultura, y mucho menos a la literatura, como una posibilidad importante, incluso de ingresos. En Colombia, la visita al pueblo de García Márquez es fuente de turismo, acá no hay nada parecido. Ahora, por iniciativa de una escritora, Estela Silvera, se está haciendo la Ruta Barrett y se está conectando a las escuelas con los lugares donde vivió Barrett, eso tiene impacto, pero se podría hacer mucho más, pero bueno, que les podés pedir a los senadores y diputados colorados y liberales que ni siquiera toman un libro en su vida.

Durante cien años Barret fue una incógnita, un misterio. Para los jóvenes es interesante encontrar una figura con valores humanistas, implacable con la corrupción y las injusticias.

Roa Bastos, el poco cine que se hizo como 7 Cajas, Hamaca paraguaya, Eami, Más allá del sol, marcan un país distinto al país corrupto, atrasado y último en educación.

Brigitte Colmán

@lakolman

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