Y lo hago porque quiero acabar un año y comenzar otro con mucha esperanza. En el plano personal con un grito alegre a la vida que bulle en todos nosotros. En el plan sociopolítico con el grito de venceremos, que no abre el horizonte de felicidad con el que queremos caminar por la tierra a pesar de todos los imperios, sistemas, trampas financieras y organizaciones políticas adversas.
A luchar por esta alegría y felicidad cada día más número de personas consagran sus vidas. Y sus pasos se confunden con los de un Dios, que está más cercano a nosotros naciendo en el Niño de Belén. No estamos solos.
Ya adulto Jesús sorprendió a todos con esta afirmación “El Reino de Dios ya está entre nosotros”. Y ella fue la base de todas sus enseñanzas.
Y lo repite y explica y recuerda con sus parábolas con una convicción sorprendente. Dios actuando de una manera nueva, su reinado ha comenzado a abrirse paso.
Jesús lo está ya experimentando y se lo comunica a todos. Esa acción decisiva de Dios nos es un sueño lejano. Es algo que se puede captar ya desde ahora. Dios comienza a hacerse sentir. En lo más profundo de la vida se puede percibir ya su presencia.
Escribo todo esto y como una fuerza sacude mi ser todo. Es la fuerza de Jesús en los años treinta del siglo primero y es la fuerza de que participamos por fe todos los creyentes en el siglo veinte y uno.
Esta acogida del Reino de Dios comienza en el corazón de las personas en forma de fe en Jesús. Y se realiza en la vida de los pueblos en la medida que el mal va siendo vencido por la justicia salvadora de Dios.