Recuerdo una anécdota de la década de los 70 en una de las 200 Villas Miserias del Buenos Aires, donde vivían miles de exiliados económicos o políticos paraguayos.
Estaba hablando con una treintena de jóvenes sobre la injusticia de no recibir el salario mínimo. Todos estaban atentísimos. De pronto uno de los jóvenes dio un puñetazo en la mesa y gritó “¡Ya lo comprendo¡”. Lo miramos todos asustados para saber lo que le pasaba.
Aquel joven muchas veces había hablado y escuchado sobre ese tema. Lo conocía. Pero, en aquella clase tuvo conciencia de todo lo que significaba el no recibir el salario al que por justicia tenía derecho. Recuerdo que el tiempo que quedó de clase fue el más animado que he tenido. Y todo porque uno había despertado del adormecimiento social.
Tener conciencia es más que saber. Es como abrirse la mente a todas las consecuencias de lo conocido y eso nos conmueve profundamente. “¡Alguien se está enriqueciendo a mi costa. Yo estoy sufriendo apreturas económicas sin tener que sufrirlas legalmente. Me están robando. Y la Justicia nada hace ¿Cómo no me dí cuenta antes?!”.
Toda concienciación crea alegría, fuerzas, inquietud, ganas de luchar.
Y la primera reacción es una pregunta que nos deja inquietos: ”¿Qué podemos hacer? ¿Cómo? ¿Con quiénes?”. Y es que concienciarse es descubrir un panorama nuevo por delante y dan ganar intensas de recorrerlo.
Pero, lo segundo es lo principal: De acuerdo al tema hacer denuncias, marchas, encuentros… huelgas y protestas de toda clase.
Y, sobre todo, a hacer organizados acciones claras con objetivos concretos, en alianza colectiva con otros. Una concienciación de muchos pone en marcha un motor poderoso que nos acerca al nuevo Paraguay.
En un país como el nuestro, todavía con la atonía vigente del “No te metas” de la dictadura, crear conciencia es la mejor tarea.