Anda enojado con la prensa el señor arzobispo de Asunción, Edmundo Valenzuela. Así lo comentó en la misa que le tocó celebrar durante el novenario dedicado a la Virgen de Caacupé.
Se quejó el metropolitano porque, dizque, los medios de comunicación tergiversaron sus palabras cuando en la campaña electoral llamó a votar en contra de Mario Ferreiro y/o Ricardo Meyer porque supuestamente apoyan el aborto y el matrimonio igualitario.
Como a la ciudadanía asuncena le preocuparon tres cominos los anatemas arzobispales, Edmundo Valenzuela tuvo que meter violín en bolsa y, tras el contundente triunfo de Mario Ferreiro, grabó un video en el que prometía todo tipo de colaboraciones con el flamante intendente capitalino.
Lo cual es lógico y esperable, si se considera que la Iglesia, salvo excepciones que preservarían su reputación histórica, siempre ha tenido bien en claro eso de que con el poder nunca hay que andar del todo peleados: uno no sabe cuándo puede necesitar de quienes lo detentan o, mejor dicho, del dinero de los contribuyentes que colocaron con sus votos a los que lo detentan.
Como si además todos hubiésemos comprendido mal su discurso electoral injerencista –que afortunadamente la Conferpar y la propia CEP salieron a matizar durante la propia campaña– en Caacupé Valenzuela sostuvo que los obispos “no coquetean con el poder”.
Hasta donde yo escuché, nadie dijo que la CEP coquetease con el poder, sino que se había asumido una actitud intervencionista en la esfera pública impropia en un Estado laico, oficialmente separado de la Iglesia desde que está en vigencia la Constitución de 1992.
Es penoso que el actual arzobispo honre de manera tan poco ajustada la gloriosa memoria de sus predecesores en el cargo, en particular de monseñor Ismael Rolón, un hombre que reivindicó la vigencia de la democracia y a quien jamás se le hubiera pasado por la cabeza llamar a votar por el candidato de un partido a varios de cuyos exponentes llegó incluso a excomulgar por alevosas violaciones a los derechos humanos.
En fin, con su comportamiento en general, nuestro benemérito arzobispo hizo carne las palabras del ritual de la misa, particularmente las que lee en el momento de las Intercesiones, cuando, en primera persona, cada mañana repite: “Y acuérdate de tu Iglesia Señor extendida por toda la tierra, con el papa Francisco y conmigo, Edmundo, indigno siervo tuyo...”. Su rezo, presumo, nunca será más pertinente a partir de ahora.