La tienda de Rosy Arévalos está sobrecargada de imágenes azules con bucles castaño claro. En la vereda contigua a la sacristía de Caacupé, ella ofrece sus imágenes. “Hay de G. 170.000, G. 150.000, G. 50.000, G. 30.000, G. 25.000 y la más barata cuesta G. 10.000. Todo depende del tamaño”, resume.
La vendedora cuenta que las imágenes son muy requeridas en los días de la Virgen. “Vendo muchísimo en diciembre, entre 200 de cada tamaño. Falta todo. No es suficiente lo que tengo. Es poco. Nuestro artesano no nos está trayendo suficiente”.
Su proveedor es don José Giménez, un alfarero de Caacupemi que se inició en el rubro a los 13 años. Ahora con 62 años dice ser el mayor proveedor de vírgenes. Todos los años, el artesano produce imágenes para sus 21 clientes. “Ndachepuakái, chembotarovapa los clientes, ahora que viene el tiempo”.
Don Giménez solo se dedica a la alfarería de vírgenes. Humildemente, sustenta que su virgen de Caacupé “iporave”, es la más bonita. Su secreto está en cambiar el molde cada seis meses.
La religiosidad es un negocio que le permite sustentarse. “Vendo a G. 50 mil la virgen más grande, pero los comerciantes les ponen adornos y venden a G. 150 mil, no puedo alzarles tanto el precio”.
Don José hace la base artesanal y la pintura con ayuda de su familia, pero en los comercios de la Villa Serrana es común ver a las vendedoras dedicarse horas y horas a adornar con brillo a las imágenes.
Vidalia Azcona se dedica a hermosearlas desde hace 17 años. Dice que se tarda mucho, pero que es muy divertido. “Nos traen la base de la virgen, sin capa y sin ropa, nosotros las vestimos y le damos un toque”, presume la mujer que termina en un día de adornar tres vírgenes de gran porte si se dedica exclusivamente a eso. “Esperamos vender mucho, nos estamos preparando con todo”.