La voluntad de Dios también se nos manifiesta en aquellas cosas que él permite y que no resultan como esperábamos, o son incluso totalmente contrarias a lo que deseábamos o habíamos pedido con insistencia en la oración.
Es el momento entonces de aumentar nuestra oración y de fijarnos mejor en Jesucristo. Especialmente cuando nos resulten muy duros y difíciles los acontecimientos: la enfermedad, la muerte de un ser querido, el dolor de los que más queremos...
El Señor hará que nos unamos a su oración: No se haga como yo quiero, Padre, sino como quieres tú. No se haga mi voluntad, sino la tuya. Él quiso incluso compartir con nosotros todo lo que a veces tiene de injusto y de incomprensible el dolor. Pero también nos enseñó a obedecer hasta la muerte, y muerte de cruz.
Si alguna vez nos toca sufrir mucho, al Señor no le ofenden nuestras lágrimas. Pero enseguida hemos de decir: Padre, hágase tu voluntad.
El papa Francisco con respecto al Evangelio de hoy dijo: “¿Es solamente un sentimiento, un estado sicofísico? Claro que si es solamente esto no se pueden construir encima nada que sea sólido. En cambio, si el amor es una realidad que crece, y podemos decir como ejemplo, como se construye una casa. Crece y se construye como una casa. Y la casa se construye juntos y no cada uno por su lado. Construir aquí significa favorecer el crecimiento.
Ustedes se están preparando para crecer juntos, para construir esta casa, para vivir juntos para siempre. No la cimienten en la arena de los sentimientos, que van y vienen, sí en cambio en la roca del amor verdadero, el amor que viene de Dios. La familia nace de este proyecto de amor que quiere crecer, de la misma manera que se construye una casa, que sea lugar de afecto, de ayuda, de esperanza, de apoyo. Pero todo junto: afecto, ayuda, esperanza, apoyo”.
(Frases extractadas del libro Hablar con Dios, de Francisco Fernández Carvajal, y http://es.catholic.net/op/articulos/10573/cat/504/la-verdadera-sabiduria.html)