25 abr. 2024

Vegetarianismo: Ni tanto ni tan poco

Guido Rodríguez Alcalá

Con razón dijo Albert Einstein: “Nada beneficiará tanto a la salud ni aumentará tanto nuestras posibilidades de sobrevivir en la Tierra como la adopción de una dieta vegetariana”.

Es dudoso que todos los habitantes del planeta se vuelvan vegetarianos, pero es posible que muchos reduzcan su consumo de carne, para reducir los problemas de salud, la destrucción ambiental y la crueldad innecesaria con los animales.

Sobre esto último, puede verse en internet, gratis, la película titulada Food Inc. o Comida Sociedad Anónima, con subtítulos en castellano. Allí vemos cómo, en los Estados Unidos, un grupo minúsculo de grandes empresas manejan la alimentación como un negocio guiado por un exclusivo afán de lucro.

Los productores de la película, estrenada en los Estados Unidos en el 2008, invitaron a los representantes de esas grandes empresas a un debate público; ellos se negaron y hostigaron a los productores con una lluvia de demandas.

Aunque Food Inc. se centre en los Estados Unidos, el mensaje del documental vale para el resto del mundo, porque existe un mercado mundial de la carne (y de la alimentación en general), dominado por unas pocas empresas, no todas estadounidenses.

La mayor productora de carne, JBS, no es norteamericana, sino brasileña, y opera en el Paraguay. Aquí, dicho sea de paso, menos del uno por ciento de la carne de res producida localmente se consume en el país; el resto se exporta (ver el libro de Base IS, Con la soja al cuello).

Aquí, las vacas no se crían en esos establos llamados CAFO en los Estados Unidos, sino pastando en el campo; sufren menos pero, como contrapartida, la deforestación causada por la ganadería es un problema señalado por centros de investigación internacionales, como la Universidad de Maryland.

Las autoridades ambientales paraguayas parecen no ver ni oír nada. Con su Decreto 7702/17, Horacio Cartes le dio aún más impulso a la deforestación y se benefició a sí mismo: en su propiedad echó dos millones de árboles en un santiamén.

Pero volvamos a lo de más arriba, a la reducción del consumo de carne. En esta línea, la oenegé Avaaz ha lanzado una campaña a través de internet: ver La insoportable crueldad de la carne, que ha conseguido más de 500.000 firmas de personas comprometidas a modificar su dieta, y a la cual pueden adherirse quienes quieran.

En ese mensaje de Avaaz hay un vínculo, relacionado con una investigación efectuada por tres universidades norteamericanas: si los norteamericanos comieran porotos en vez de carne de res, podrían reducir sus emisiones de gases de efecto invernaderos entre el 46 y el 74%, aún sin cambiar el sistema de transporte ni las industrias contaminantes; el artículo puede leerse en internet con el título de Substituting Beans for Beef.

Esa investigación menciona las consecuencias de la depredación del Amazonas para la producción de carne para los Estados Unidos (no la del Chaco, también alarmante).

Aunque se la emprendió pensando en el país del Norte, nos da una idea de lo que podríamos hacer para mejorar las cosas comiendo menos carne, aun sin necesidad de llegar a una dieta vegana. Cada cual, dentro de sus posibilidades, puede hacer algo.

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