Recientemente hemos acompañado la fuerte discusión acerca de la liquidación del impuesto a la renta personal (IRP). El Ministerio de Hacienda, en su legitima función de recaudar más, interpretaba la ley a favor de cobrar más impuestos, y si se puede hacerlo retroactivo, mejor aún, mientras que técnicos y los contribuyentes lo interpretaban de una forma que el impuesto era menor y en ningún caso podría ser retroactivo. El botín de la discusión ronda aproximadamente los USD 30.000.000 de recaudación directa para el ejercicio 2017, un número irrelevante para el tamaño del Estado actual. ¡Qué gran pelea para poca cosa!
Después estaba la discusión sofística si el impuesto era recaudador o formalizador. Todo impuesto es recaudador, el tema es contra el bolsillo de quién recauda. Si el IRP no cobra directamente al contribuyente es porque en otro lugar alguien está pagando sus efectos, como en el IVA de las inversiones, o las demás facturas que el contribuyente pasa a requerir de sus proveedores. Son discusiones retóricas, pues al final del día son números pequeños o desconocidos (porque no sabemos bien cuánto es la evasión).
Para terminar el partido del IRP, Hacienda posterga el vencimiento de la presentación del impuesto hasta después de que sea electo el nuevo gobierno, para que a este le explote la bomba. Sin importar que al posponer el vencimiento, también pospone el pago de impuestos, dejando al Estado más apretado de caja.
Mientras tanto en otros frentes se lanzan globos sondas para probar la idea de aumentar el límite de 1,5% de déficit de la Ley de Responsabilidad Fiscal, o si en momentos de recesión se pudiera duplicar su límite. Todos son amagues, pues recordemos que esta ley está al mismo nivel que la Ley de Presupuesto. O sea que un Congreso un poco más laxo de un plumazo puede hacer desaparecer enteramente la Ley de Responsabilidad Fiscal y allí adiós a la discusión, liberando así el déficit. No estamos lejos de esto.
Todos estos son indicios, efectos y síntomas de un problema mucho mayor: la plata ya no alcanza. El problema de fondo es que la recaudación actual no es suficiente. Entonces el impuesto necesariamente, obligatoriamente, muy pronto tendrá que aumentar. Se habla que en el corto plazo la alícuota nominal del impuesto a la renta suba al 15%, y muchas deducibilidades desaparezcan.
¿Será que nos va a afectar como imagen país? NO. De hecho, para el FMI, el Banco Mundial y la comunidad internacional, les incomoda que exista un país con impuestos tan bajos. Estamos en una era de gobiernos altamente deficitarios o quebrados, y esto incluye a países del respetado primer mundo. La deuda pública de Estados Unidos ya superó USD 20.000.000.000.000.000. Ese número es ilegible, solo indica que el tamaño es incomprensible e impagable. Entonces que Paraguay mantenga tasas tan bajas es algo que contamina la estadística al lado de países con altísimos impuestos y gordos gobiernos. El absurdo es que seremos más aceptados con tasas impositivas más altas.
La otra estrategia ya en ejecución es subir las tarifas de los servicios públicos. La ANDE es la más clamorosamente notoria. La tarifa de la luz es el impuesto más amplio que existe. Como gran parte de los servicios públicos son monopólicos –contraviniendo lo dispuesto por la Constitución–, ahora se vienen los tarifazos.
Simplemente no se puede financiar, y menos aún amortizar, nuestra importante deuda externa solo con los ingresos genuinos. El Gobierno actual duplicó la recaudación impositiva, y aun así no es suficiente. La necesidad de inversión en infraestructura es infinita, pero el endeudamiento es finito. Todo cuesta. El progreso se paga. No hay almuerzo gratis, como no hay rutas gratis, puentes gratis, y demás servicios públicos baratos. O el déficit o los impuestos van a subir y no hay alternativa.