29 mar. 2024

Usted es un paria... y yo también

Por Luis Bareiro

Durante miles de años la India permitió que su sociedad estuviera dividida en castas, un modelo rígido de estratificación que suponía que si tus padres eran parias, vos nacías como paria, vivías como paria y morías siendo un paria, independientemente de tus talentos o tu formación; sencillamente no había forma de que pudieras ascender en el escalafón social.

El paria soportaba todas las restricciones. No podía ocupar cargos públicos ni ejercer liderazgo alguno. Por el contrario, si eras hijo de brahmanes tenías garantizado los mejores lugares en el Estado, la sociedad en general e incluso en la religión.

Por supuesto que todo esto fue prohibido por la constitución india cuando ese país continente se convirtió en un estado moderno. Es lo que se denomina evolución social.

En Paraguay observamos el fenómeno inverso. Hemos sido testigos de una involución social. En él último medio siglo, vimos cómo de la mano de una clase política abyecta se ha construido una casta privilegiada que vive ajena al mundo real, una minoría que goza de privilegios pagados con el aporte compulsivo del resto, de la inmensa mayoría, de nosotros, los parias.

En nuestro mundo, el de los parias, para acceder a un empleo se necesita tener capacidad para ejercerlo y generar resultados para el empleador. Básicamente, hay que competir con todo aquel que quiera ocupar el mismo puesto para poder conseguirlo.

En el mundo paria, si te contratan para ser secretario o secretaria sabés de entrada que jamás ganarás más que el gerente o el subgerente o cualquier jefe de sección, aún si fueras el empleado más eficiente del planeta y dominaras diez idiomas y tuvieras cuatro títulos académicos y dos doctorados.

Para ese cargo hay un límite de lo que razonablemente te pueden pagar. Es el mundo real.

En la casta montada por los políticos, sin embargo, una señorita sin título universitario, sin haber competido con nadie para ocupar el cargo, puede ejercer de secretaria y alcanzar un ingreso superior no solo al de su jefe, sino al del jefe de su jefe.

No existe en el Paraguay real, en el de los parias, una secretaria o un secretario que gane en un mes 38 millones de guaraníes. No hay nadie que acumule 20 millones de guaraníes en horas extras.

Lo más grave de esta nueva casta construida sobre el dinero que el Estado nos roba (porque si no hay contrapartida de servicios al pago de impuestos es un robo) es que terminaron por creer en la farsa. Están convencidos de que es racional y justo que reciban salarios por encima de los diez, quince y hasta veinte millones de guaraníes por realizar trabajos que en el mundo real jamás alcanzan esos pagos.

Y lo peor es que constituyen una casta porque pese a que jamás concursaron para integrarla (entraron por filiación política, parentesco o padrinazgo político) nadie los puede sacar de ahí. No importa que otros, simples parias, tengan más formación, talento o vocación. Somos parias y solo podemos observar cómo los brahmanes se pegan la gran vida con nuestro dinero.

En la India esto reventó con una revolución.

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