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Lo ocurrido a Pompeya en el año 79 de nuestra era, ha cautivado siempre nuestra imaginación. Los hallazgos arqueológicos nos muestran una cultura romana intacta, conservada a merced de la sorprendente erupción del Vesubio. El cine no se ha quedado atrás y ha presentado varias adaptaciones, especialmente basadas en la novela de Edward Bulwer Lytton.
Ahora aparece Paul W. S. Anderson con su película sobre Pompeya, basada en un guion escrito por un equipo y que nada tiene que ver con la obra de Lytton. Esta vez Anderson es más cuidadoso y el resultado no es algo tan bizarro como aquella versión de Los tres mosqueteros, que fue lo más “histórico” dentro de sus películas en la que abundan las del género de ciencia ficción.
Como en todo cine catástrofe, se crea una subtrama en la que el romance se entremezcla con ambiciones políticas, venganza y deseos de libertad. Al héroe principal lo seguimos desde su niñez y no deja de ser llamativo que no sea un romano, sino un celta protagonizado por Kit Harington (estrella de la serie Juego de Tronos). Del reparto, hay que mencionar que volver a ver a Kiefer Sutherland y a Carrie-Ann Moss en nuestras pantallas grandes no es algo menor.
Nada nuevo bajo el sol. La aventura y todo el juego de poder ocurre bajo el humeante volcán, al que solo cuando estalla en serio le hacen caso. En medio de la destrucción se dan los puntos culminantes y batallas decisivas. Los efectos especiales acompañan muy bien a la acción, y la recreación de la vieja ciudad romana está dentro de lo esperado.
Aunque falto de originalidad, todo está en su lugar y es un buen entretenimiento.