El presidente Horacio Cartes sueña con un país teñido de rojo tras las elecciones municipales del 15 de noviembre.
Lo reiteró esta semana, en su polémico discurso en Hernandarias: “Le guste a quien le guste y moleste a quien moleste, quiero teñir de rojo la República del Paraguay con municipios colorados”.
Lo que molesta, señor presidente, no es el rojo que puede teñir los municipios, sino lo que traen consigo algunos candidatos de ese color y de otros colores partidarios: corrupción, autoritarismo, ineficiencia, nexos con el narcotráfico y el crimen organizado.
Ni el rojo, ni el azul, ni el verde, ni el blanco, ni cualquier otra opción cromática que identifique a partidos y movimientos políticos garantizan de por sí que tendremos buen gobierno, sino que –más allá del color– sean candidatos honestos, capacitados para una buena administración, con trayectoria coherente de compromiso con sus comunidades, abiertos a trabajar en equipo y con todos los sectores ciudadanos, dispuestos a ser controlados con transparencia durante su gestión.
En las anteriores elecciones municipales, la ciudad de Ypejhú, en Canindeyú, se tiñó de rojo con el candidato colorado Vilmar Neneco Acosta, a quien pusieron al frente de la intendencia, sacándolo de la cárcel, donde estaba recluido por homicidio. Resultó ser jefe de una banda de narcotraficantes, acusado de haber ordenado más de una veintena de asesinatos, entre ellos, el del periodista Pablo Medina y su asistente Antonia Almada. Lo que tiñó de rojo al municipio fue la sangre de las víctimas.
La ciudad de José Félix López (Puentesiño), en Concepción, también se tiñó de rojo con el intendente colorado Javier Sánchez. Ahí lo tienen a su hermano Odilio y a varios concejales municipales del mismo partido, atropellando con una turba para recuperar un camión capturado con drogas de manos de la Policía y de agentes de la Senad.
La ciudad de Lambaré, en Central, también se tiñó de rojo con el intendente colorado Roberto Cárdenas por dos periodos. Ahí lo tienen, candidato al re-rekutu, imputado por lesión de confianza, enriquecimiento ilícito y malversación de fondos públicos. La otra candidatura, que busca teñir de azul el municipio, no es mucho mejor, ya que el candidato liberal Armando Gómez también está imputado por delitos de estafa.
¿De qué colores serán la honestidad, la eficiencia, la solidaridad, la transparencia, la ética política...? ¿Cómo hacer para que estos colores tiñan el país con nuestro voto? ¿Será que aprendimos algo de la gran gesta de los estudiantes secundarios y universitarios, que nos enseñaron cómo barrer con los corruptos, los mafiosos, los inoperantes? ¿Se reflejará quizás una nueva conciencia con nuestra participación en las urnas?
Un Paraguay rojo o un país multicolor nos espera a la vuelta del 15 de noviembre.
De cada ciudadano y ciudadana depende acudir a su encuentro.