El año que se va fue eminentemente político, lo cual supuso que los tres poderes del Estado, y en especial el Poder Ejecutivo, volcaran demasiada energía en la consecución de planes que no necesariamente estuvieron vinculados con el cumplimiento de las promesas efectuadas durante la campaña presidencial del año 2013: superación de la pobreza extrema y la pobreza, generación de más fuentes de trabajo y mejoramiento de los escuálidos niveles de defensa y seguridad ciudadana.
Desafortunadamente, en esta empresa se vio involucrado igualmente el Poder Legislativo. Primero fue la campaña destinada a la elección de nuevas autoridades partidarias al interior de la Asociación Nacional Republicana (ANR). Este calendario supuso la inversión de ingentes esfuerzos por parte del presidente, Horacio Cartes, principal jefe de campaña y operador del oficialismo colorado, y del titular del Congreso, Mario Abdo Benítez.
A este desgaste político-partidario hay que sumar las elecciones municipales, que primero se efectuaron en el plano interno de las diferentes colectividades y luego a nivel nacional, lo cual también representó la inversión de preciosos recursos y atención electoral por parte de nuestras autoridades.
La excesiva politización también alcanzó al Poder Judicial, que se ha visto truncado en la reforma de su máximo tribunal debido a la falta de acuerdos entre los principales actores de la vida pública nacional, tanto en el Partido Colorado como en la oposición. Y en esta materia se ha llegado a extremos insólitos, ya que el juicio político iniciado hace más de un año a tres miembros de la Corte Suprema de Justicia aún sigue paralizado por falta de diálogo y consenso necesarios para avanzar en la indispensable recuperación institucional y moral del Poder Judicial.
Mirándolo desde el punto de vista de la concentración de esfuerzos políticos que se requieren para sacar el país adelante, 2015 ha sido un año perdido en muchos planos. El crecimiento económico del que tanto alardea el Gobierno no ha sido debidamente volcado en la superación de las desigualdades sociales. En esto, el Paraguay ha sufrido siempre a causa del cortoplacismo de sus gobernantes, que han encabezado la administración del país con estrechez de miras, sin apuntar a las reformas imprescindibles que se requieren
Si lo miramos en el plano estrictamente político, 2016 será el último año en el que el presidente Horacio Cartes tendrá la oportunidad de abocarse con exclusiva atención al fiel cumplimiento de sus responsabilidades y de sus promesas electorales, ya que el año siguiente volveremos a vernos sumergidos en un plano internista de cara a las elecciones presidenciales de 2018.
Instamos, pues, a los titulares de los tres poderes del Estado a sumar esfuerzos y creatividad en la promoción y la implementación de los proyectos y las políticas públicas que el Paraguay tanto requiere, para dar un salto cualitativo que le permita dejar para siempre en el olvido a la miseria y al atraso.