A media recta, Bolt se trastabilló y cayó al suelo entre gestos de dolor. Allí permaneció durante minutos, ocultando su cara con las manos.
La medalla de oro fue para Gran Bretaña, que con un crono de 37.47 batió al equipo favorito, Estados Unidos (37.52), y a Japón (38.04).
Un adiós doloroso para tal vez el atleta más grande de todos los tiempos, que se acercó lentamente a la meta en la escena más dramática de los campeonatos del mundo.
FESTEJO LOCAL. El público británico, que lloró la lesión de Bolt, encontró consuelo con la victoria de los suyos. Chijindu Ujah, Adam Gemili, Daniel Talbot y Nethaneel Mitchell-Blake lograron la hazaña de batir a un cuarteto que contenía al campeón y al subcampeón mundo individual, Justin Gatlin y Christian Coleman.
El mundo seguirá girando después de Bolt. La evidencia, recalcada por el presidente de la IAAF, Sebastian Coe, cada vez que se le pregunta por el futuro sin el astro jamaicano, se ajusta al engranaje del planeta, pero es dudosa para el ámbito del atletismo.
El rey de los deportes, sumido en una crisis desde hace lustros y con la imagen destrozada por el dopaje y la corrupción, se queda huérfano con la retirada del hombre sobre cuyas espaldas ha gravitado el crédito del atletismo desde hace diez años, el jamaiquino Usain Bolt.